Fuente: Gabriel Orrego
Los hongos son un grupo de organismos que no están emparentados ni con las plantas ni con los animales. Por eso constituyen un reino propio: el reino Fungi. A diferencia de las plantas, no pueden elaborar sus propios alimentos, por lo que dependen de otros seres vivos para su sobrevivencia. Por eso, los hongos puedes se parásitos, levaduras y saprofitos, encargados de descomponer la materia orgánica (algunos tan voraces que son capaces de digerir la madera); y los simbióticos, como los líquenes y las micorrizas, que viven en asociación con otros seres, en una relación se la que ambos se benefician.
Las micorrizas es la relación simbiótica de un hongo con una plantas, llamada MUTUALISMOS, para obtener a cambio azúcar y energía. Micorriza, (mico= hongo, riza= raíz) es la asociación simbiótica entre una raíz y las hifas del hongo, que se reconocen y encuentran en el suelo, tras un sofisticado intercambio de señales. Estos hongos pueden ser enormes organismos que cubren varios kilómetros en los suelos de los bosques formando un sistema de redes llamadas micelio. Los champiñones que vemos cercanos por ejemplo a las raíces de los pinos, son el cuerpo fructífero del hongo, o sea, su órgano reproductor sexual, por donde libera sus esporas que al germinar, producen nuevos individuos. El 95% de las plantas tiene asociadas a sus raíces hongos micorrizas. Incluso, se sostiene que la primera planta terrestre fue exitosa fuera del agua gracias a la asociación con un hongo.
En los últimos años se ha descubierto que los hongos micorrizas pueden conectarse con las raíces de más de una planta, creando un puente de comunicación entre ellas, a través de las cuales intercambian señales y nutrientes de planta a planta, creando una red de comunicación entre diversos organismos del bosque.
La profesora Suzanne Simard de la Universidad de British Columbia ha estudiado este complejo fenómeno. Con su equipo de trabajo lograron mapear la extensión y arquitectura de las redes de micorrizas utilizando técnicas moleculares, y observaron que todo el bosque estaba conectado mediante raíces y hongos. Los árboles más grandes y viejos establecían más conexiones, a los llama “Árboles Madre”: núcleos de vida donde convergen las conexiones.
Estos árboles son individuos dominantes en el bosque, con su follaje elevándose sobre las copas de los otros. Seres antiguos que representan inmensas fuentes de producción de energía. Energía que podría ser compartida a los árboles con menos acceso a la luz del sol. Las pequeñas plántulas recién germinadas en el sotobosque son colonizadas por la red de micorrizas y comienzan a recibir no sólo nutrientes del suelo, sino también carbohidratos provenientes de estos árboles ya establecidos.
En una investigación, realizada en los bosques de Columbia Británica, se plantaron pequeñas plántulas alrededor de un árbol madre que había sido inyectado con el isotopo de carbono13. Algunas de las plántulas fueron plantadas en bolsas que las excluían de la red de micorrizas, mientras que otras quedaron directamente en contacto con el suelo a su alrededor. Se descubrió que las plantas sin bolsas, además de haber recibido el isotopo inyectado al árbol madre, tuvieron mucha mayor sobrevivencia y mejor desarrollo; por eso, un bosque tiene más resiliencia al funcionar como una comunidad, existiendo sinergias entre sus interacciones. Un bosque con conexiones entrelazadas por el suelo.
Se ha demostrado que, además de transferir nutrientes, estos árboles usan la red de micorrizas para enviarse señales de defensa. En un invernadero se plantaron juntos varios individuos de pino, algunos de ellos aislados en bolsas de poro fino. Algunos de los árboles fueron estresados a través de una infección inducida con larvas que se comían su follaje. Luego, los árboles que no estaban aislados de la red de micorrizas comenzaron a producir enzimas para sobre-activar el sistema inmune y estar más fuertes, mientras que los aislados del suelo no mostraron cambios metabólicos, quedando más susceptibles al posible ataque.
Se identificó el llamado efecto nodriza, donde árboles más viejos nutren y fortalecen a las nuevas generaciones.
Amanda Asay, parte del equipo de investigación de la Universidad de British Columbia quiso conocer si se reconocen los árboles entre ellos, para lo que diseñó el siguiente experimento: en la misma maceta se plantaron tres árboles, uno más grande y dos pequeños desde semilla. Uno de los retoños tenía parentesco con el árbol más grande (sus semillas provenían de la misma madre). Luego de unos meses, había significativamente más conexiones entre los que tenían parentesco, y el árbol grande le transfería más nutrientes a la planta con la que estaba más relacioanda.
Sin embargo, las conexiones y colaboraciones no se quedan entre hermanos, ni siquiera entre individuos de la misma especie. La profesora Suzanne Simard en su tesis de doctorado, experimentó con abedules (Betula papyrifera) y pinos oregón (Pseudotsuga menziesii), especies muy lejanas filogenéticamente, pero que crecen juntas de forma natural. Ella observó que estas dos plantas, una conífera y una especie latifoliada, estaban altamente conectadas por la red de micorrizas.
Durante el invierno, el abedul bota las hojas, mientras que el pino oregón las mantiene. Durante esta época, el pino oregón le envía azúcar al abedul para apoyarlo en sus funciones básicas, y cuando llega la primavera, el abedul se activa formado su vigoroso follaje y los recursos fluyen hacia el pino oregón.
Esto estudio llevó a los investigadores a ver al bosque como un todo y que, ante la ausencia de alguna de la partes, el organismo podría perder su vitalidad, equilibrio dinámico y resiliencia, donde el suelo es un ente vivo que conecta a los árboles.
Referencias
Bingham, M. A., & Simard, S. (2012). Ectomycorrhizal networks of Pseudotsuga menziesii var. glauca trees facilitate establishment of conspecific seedlings under drought. Ecosystems, 15(2), 188-199.
Read, D. J., & Perez?Moreno, J. (2003). Mycorrhizas and nutrient cycling in ecosystems–a journey towards relevance?. New Phytologist, 157(3), 475-492.
Simard, S. W., Asay, A. K., Beiler, K. J., Bingham, M. A., Deslippe, J. R., Xinhua, H., Philip, L. J., Song, Y., Teste, F. P. (2015). Resource transfer between plants through ectomycorrhizal fungal networks. In: Horton TR, ed. Mycorrhizal networks. Springer berlin Heidelberg.
Simard, S. W., Beiler, K. J., Bingham, M. a., Deslippe, J. R., Philip, L. J., & Teste, F. P. (2012). Mycorrhizal networks: Mechanisms, ecology and modelling. Fungal Biology Reviews, 26(1), 39–60. http://doi.org/10.1016/j.fbr.2012.01.001