La naturaleza de los virus a debate

Se trata el de los virus de un mecanismo de supervivencia tremendamente sencillo a la par de eficaz, sin embargo, el carecer de las estructuras necesarias para realizar las funciones de la vida, ha llevado a los científicos a mantener un eterno debate sobre su naturaleza: ¿podemos considerarlos seres vivos?

Héctor Rodríguez – National Geographic

 

19 de marzo de 2020

Perdónenme Homero y Virgilio por deconstruir -y ustedes por emplear la palabra deconstruir- el episodio relativo al caballo de Troya de sus magnas obras, para tratar de explicar cómo funciona un virus. Las semejanzas se presentaban tales que, desperdiciar la oportunidad, hubiera sido un motivo de reproche personal. Para ello vamos a empezar hablando de Troya, y a tratar de entender esta ciudad que un día floreció en lo que hoy es la costa de Turquía, como si de una de esas pequeñas unidades llamadas células se tratara.

Así, contemplaremos Troya como una entidad independiente, con una muralla que le protege del exterior y dentro de la cual se produce toda una serie de procesos que podemos identificar con los mecanismos que gobiernan el metabolismo celular. De este modo, así como en una célula encontraríamos diferentes orgánulos como las mitocondrias, que desempeñan la respiración celular dotándola de energía, las vacuolas que almacenan nutrientes o el aparato de Golgi que se encarga de la síntesis de subproductos innecesarios; en la ciudad de Troya tendríamos un flujo constante de alimento, energía, información, y productos de desecho que circulan entre el interior y el exterior de la polis.

En caso de que las cosas fueran bien, los troyanos podrían desarrollarse al amparo de sus murallas hasta, llegado el momento, disfrutar incluso de tales niveles de bonanza que les permitirían salir de su propia ciudad para fundar una urbe gemela; un proceso reproductivo que a nivel celular recibiría el nombre de mitosis. Por último, el ADN de nuestras células estaría representado por una serie de mandatarios que, desde el ágora de la ciudad -el núcleo de la célula- tomarían todas las decisiones que rigen la vida en la polis.

Al igual que una ciudad, de forma muy básica, así es como funciona una célula: siguiendo las pautas que caracterizan a todo ser vivo. Es decir, desempeñando los 7 procesos que diferencian a las cosas vivas de lo que no lo están, que son: la capacidad percibir estímulos, nutrirse, moverse, crecer, obtener energía, depurar desechos y reproducirse. Es por ello que podríamos imaginar, que Troya, al igual que cada una de nuestras células, es un organismo vivo. Un organismo, además, en el que ante la situación de la llegada de un invasor, adquiere un especial protagonismo su muralla, la cual podríamos identificar con la membrana que comunica el interior de la célula con su medio exterior.

Las células que conforman tanto animales como plantas y hongos, son organismos vivos, ya que cumplen con las condiciones la de la vida, la cuales se extienden por definición a otros organismos como las bacterias, las arqueas, las algas y los protozoos por cumplir con el desempeño de las funciones que enumerábamos tan solo unas líneas atrás. Sin embargo empezábamos este artículo hablando de los virus, por lo que seguramente os estéis preguntando: ¿qué pasa con ellos? ¿Es que no son los virus seres vivos? La respuesta corta es: no.

¿Los virus se pueden considerar seres vivos?

Siguiendo con nuestra analogía, un virus que se presenta a las puertas de una célula lo hace del mismo modo en que los aqueos -inspirados por Atenea u Odiseo, según las versiones- se presentaron ante las murallas de Troya con un caballo de madera. Si bien antes comparábamos la ciudad con una célula donde se produce una serie necesaria de procesos, del mismo modo podríamos comparar este caballo con un virus, pues a la par en cuanto a simpleza se refiere, se hallan los mecanismos que sirvieron a los aqueos para saquear Troya y los que sirven a los virus para invadir las células.

Los virus, al igual que aquel caballo de madera, solo desempeñan una única función, la de tratar de engañar a los troyanos para que les abran las puertas de la muralla y hacerse con el control de esta. No pueden obtener energía, alimento, crecer, producir desechos o reproducirse de manera independiente. El único propósito de su existencia es encontrar un huésped del que valerse.

Si los gobernantes de nuestras células, es decir el ADN, estaban representados por los mandatarios del ágora, un virus por el contrario solo cuenta con unas pequeñas cadenas de ADN o ARN, en este caso representadas por los soldados escondidos dentro del caballo, cuya única función, una vez dentro de la ciudad, es sustituir a los mandatarios del ágora y poner a su propia disposición toda la maquinaria de la ciudad para producir a su vez más caballos de Troya y dirigirse a la conquista de nuevas ciudades. El exterior del caballo, su estructura, representaría la membrana de los virus, llamada cápside, cuya única función es la de engañar a la membrana de las células para que le permitan el paso al interior.

Así es, de forma muy básica, cómo funciona un virus, cuya única función es tratar de evadir las defensas de nuestras células para una vez en el interior parasitaria, tomar el control de la misma y emplear sus orgánulos para poner a estas a fabricar nuevos virus que a su vez infectan nuevas células. Se trata el de los virus de un mecanismo de supervivencia tremendamente básico a la par de eficaz, pero que al carecer de las estructuras necesarias para realizar las funciones de la vida, ha llevado a los científicos al mantener un eterno debate sobre su naturaleza: ¿son los virus seres vivos?

El problema radica en que no pueden clasificarse dentro de ninguno de los 3 grandes reinos en los que se clasifica la vida, arqueas, bacterias o eucariotas, por lo que son considerados por muchos científicos como meras estructuras que carecen de un metabolismo propio y que interactúan con las células verdaderamente vivas, y por lo tanto, considerados seres inertes.

Otros científicos, por el contrario, alimentan el debate, ya que pese a no metabolizar energía, crecer, ni reproducirse de forma autónoma, los virus mutan -evolucionan según otras opiniones- lo que constituye una cualidad intrínseca de la materia viva. Por otro lado, otros autores consideran a los virus, al igual que sucede con algunos tipos de bacterias, como parásitos obligados de otras células vivas, por lo que entienden a los virus como seres vivos, aunque eso si, por su gran dependencia de otras células hospedadoras, los sitúan al borde de la fina línea de la definición de la vida.

¿Un ser vivo?¿Un ser inerte?¿Un muerto viviente?¿Un zombi? El descubrimiento hace unos años de algunas cepas hasta entonces desconocidas de virus gigantes, también llamados girus, así como nuevas investigaciones más recientes sobre su origen, y teorías contrapuestas sobre su evolución, arrojan más madera al fuego del debate de la naturaleza de los virus, el cual lleva años encendido. Una pregunta cuya respuesta, se presume, tardará todavía algunos años en llegar.

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