Por GRAIN y el Colectivo por la Autonomía
Abril 2023
Después del banano y de la piña, el aguacate es la fruta más comercializada en el mundo: su cultivo crece en producción y hectáreas acaparadas, y no cesa de expandirse a cada vez más países. ¿Qué implica la expansión mundial de esta fruta? ¿Qué y quiénes empujan el negocio? ¿Cómo funciona a nivel global y a nivel local este modelo que logra mantener precios a la alza? ¿Cómo llegó a su auge actual que lo hace presente en todo tipo de celebraciones y eventos deportivos? ¿Qué repercusiones sociales generan sus negocios opacos?
El aguacate es la fruta tropical que más rápido crecimiento tuvo en la última década. En 2021, la producción global sumó 8,8 millones de toneladas, de las cuales una tercera parte fue exportada por un valor de 7 400 millones de dólares.
Diez países concentran cerca de 80% de la producción. Si consideramos en conjunto a los 10 primeros productores mundiales, constatamos que el área cultivada se duplicó en la última década. Pero en Colombia, Haití, Marruecos y República Dominicana se multiplicó por cuatro, y en Zimbabue por cinco. En Malawi y Vietnam, la producción comenzó de golpe recientemente. Ambos países son ahora de los primeros veinte productores globales.
El primer exportador mundial, México, es responsable del 40% del total. Según las proyecciones de la OCDE y la FAO, tal proporción podría alcanzar 63% en 2030. Estados Unidos absorbe ahora 80% de las exportaciones mexicanas de aguacate. Pero la producción se va intensificando en cada vez más países.En México, en 2021 se produjo casi 2 millones y medio toneladas de aguacate, deforestando directa o indirectamente casi 100 mil hectáreas en tan sólo 10 años. Tan sólo en Michoacán, entre 2000 y 2020, la superficie destinada a plantaciones de aguacate pasó de 78, 530.25 hectáreas a 169,939.45. El daño causado por la destrucción del bosque no puede ser reparado por prácticas de reforestación, puesto que el sistema de relaciones ecológicas de biodiversidad implica procesos lentos que requerirían de amplios periodos para lograr una restauración integral tras la deforestación, la aplicación de agrotóxicos y la devastación hídrica.
En sus primeros años como híbrido comercial fue despreciado. Se dice que a sus primeras variedades comerciales “Hass”, las llamaban “pera lagarto” por su piel rugosa, y que la Asociación de Comerciantes de California le cambió de “aguacate” a “avocado” para que el nombre sonara “menos mexicano”, por temor a no tener éxito en su venta. Entre esta primera mirada al aguacate ancestral, y la rauda devastación que conlleva su producción actual, atestiguamos la caída brutal a la destrucción en que ha incurrido la agricultura, hoy más industria que agro, sumergida en la devastación y el despojo violentos que hoy la caracterizan.
Empujado por intensas campañas de marketing que promueven las cualidades nutritivas del aguacate, el consumo per cápita no ha cesado de crecer en los países importadores. Sólo en Estados Unidos se ha triplicado en veinte años. Es vendido como un “superalimento”, manejando una conveniente opacidad sobre lo que ocurre realmente a nivel local, donde no genera beneficios. Respuestas como las innovaciones tecnológicas para ahorrar agua o que no habrá deforestación implicada en su cultivo —le dicen “deforestación cero”— no sirven mientras se mantenga en ascenso el consumo global.
El informe completo puede ser leído en
https://grain.org/article/6983-aguacates-de-la-ira/print