AgroNegocio
TRIBUNAL EN CONTRA DEL AGRONEGOCIO EN ROSARIO
En la ciudad de Rosario -Argentina, capital argentina del agronegocio, se llevó a cabo el tribunal regional en contra del agronegocio el 4 de junio 2019, organizado por la Oficina de Derechos de la Naturaleza, RALLT, UCCSNAL, en el marco del V Congreso de Salud Socio-Ambiental. Durante 8 horas escuchamos el testimonio de 17 defensoras y defensores de derechos, académicos, científicos, abogados; quienes expusieron sobre los atropellos del modelo de producción agroindustrial en el derecho de los pueblos y de la naturaleza y de la destrucción de las fuentes de sustento de poblaciones indígenas y campesinas en países tan diversos cultural y ecológicamente como Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Paraguay. El Tribunal estuvo presidida por el Dr. Carlos Matheu de Córdoba – Argentina, quien fue el Fiscal del paradigmático caso de las Madres de Ituzaingó Anexo, seriamente afectadas por las fumigaciones en su barrio. Como en otras zonas de la región pampeana, la provincia de Santa Fe está totalmente inundada por soya transgénica resistente al herbicida glifosato. Con todas las evidencias que se han generado en los últimos años, y los testimonios presentados en el tribunal, ya no existe duda de la responsabilidad que tiene la agricultura transgénica y su paquete tecnológico, en la generación de enfermedades catastróficas; que está sacrificando a toda una generación de campesinos y pobladores que viven en pequeñas poblaciones cercanas a las zonas de influencia de estos cultivos. Fue muy conmovedor escuchar la lucha de las maestras de pueblos fumigados para que se deje fumigar sobre las escuelas rurales. Después de ganar en las cortes, las autoridades les dijeron que era más rentable que las escuelas salgan de la zona que para de fumigar. Representantes mapuches caracterizaron como etnocidio lo que sucede con los pueblos indígenas desde que llegaron los conquistadores, siendo la invasión de la soya transgénica el ultimo estocado de desplazamiento y despojo. Desde Paraguay escuchamos el proceso de desalojo de comunidades campesinas guaraniés en manos principalmente de soyeros brasileños y de cómo las comunidades campesinas que enfrentan la sojización de su territorio son sistemáticamente imputados por la justicia. En es país, un millón de personas han sido expulsadas del campo por el agronegocio. El tribunal contó también con la participación de científicos de las Universidades de La Plata y del Litoral en Argentina quienes presentaron los resultados de sus estudios sobre los impactos de los plaguicidas en la fauna nativa, su presencia en cuerpos de agua en todas las zonas de influencia del agronegocio y en la alimentación humana, lo que convierte a la agricultura transgénica en culpable de vulnerar los derechos de la naturaleza. El abuso en el uso de antibióticos fue otro de los temas abordados en el Tribunal, donde se explicó además el importantísimo rol que juegan las bacterias en la regeneración de la vida en la mayoría de procesos biológicos del Planeta, incluyendo nuestro propio cuerpo. Hacia el final del tribunal, llegó la esperanza, cuando se presentó el testimonio de una comunidad Mapuche que, en un esfuerzo de enfrentar al agronegocio, empezaron a recuperar la memoria de sus abuelos, a recrear sus semillas nativas, a sembrar agroecológicamente, y a recuperar su soberanía. El tribunal contó como Comisionados a Mary Murray de Australia, Susana Ramírez antropóloga española que viven en Perú, Carlos Manessi, defensor de la naturaleza de Santa Fe – Argentina, Marielle Palau, comprometida con las comunidades campesinas del Paraguay, Carlos Vicente de GRAIN – Argentina, y Cristina Arnulphi, científica y militante de Córdoba -Argentina. La Secretaría del Tribunal estuvo en manos de Esperanza Martínez de la Oficina de Derechos de la Naturaleza y militante de Acción Ecológica. Con este tribunal arranca la Ruta por Justicia y Verdad para la Naturaleza y los Pueblo en América Latina, que irá haciendo camino para articular las luchas de los pueblos, promover el reconocimiento de los derechos de la naturaleza y desarrollar estrategias de protección para los defensores y defensoras de la naturaleza.Audio Tribunal contra AgroNegocio
Testimonios
- Pueblo
- Naturaleza
- Defensa
Adolfo Maldonado
Médico especialista en Salud Pública, Ambiente y Sociedad. Clínica Ambiental y Acción Ecológica. Ecuador
El Plan Colombia que pretende acabar con los cultivos ilícitos en ese país, se basó en el uso de fumigaciones aéreas con glifosato. En Colombia se ha fumigado con químicos desde 1978 para erradicar estos cultivos. Se ensayó con paraquat, 2,4D. en 1984 se creó una comisión científica para ver si se puede usar el glifosato. Ahí todos los médicos colombianos dijeron que no se podía porque no se conocía los efectos tóxicos de este herbicida, pero el gobierno decidió usarlo, ignorando el criterio científico. En esos tiempos 22 países rechazaron el uso de químicos para erradicar cultivos ilícitos. En 1989 se empezó a usar glifosato en los cultivos de coca, muchos de los cuales estaban en la frontera con Ecuador, lo que afectó a la población fronteriza ecuatoriana. Se estableció un equipo de investigación multidisciplinario conformado por un antropólogo, sociólogo, un médico y una abogada, para establecer los daños. Aplicamos una encuesta sencilla a la población. Comparamos las enfermedades presentes en la población que vive a menos de 2 km de la zona de fumigación, de entre 2 a 5 kilómetros de la frontera y de 5 a 10 kilómetros. Encontramos que los síntomas iban disminuyendo a medida que nos alejábamos de la frontera. Es un patrón muy inusual, porque esto no ocurre en condiciones normales. Encontramos afectaciones a infantes menores de un año, a niños, adolescentes, a los ancianos. Hay una situación que afecta a todo el mundo. Encontramos además que los cultivos mostraban una mancha violácea a los 15 días de las fumigaciones y que con el tiempo los cultivos se iban muriendo, y sus impactos duraban incluso después de un año de las fumigaciones. Afectaba a los cultivos de los que depende la alimentación de la población como es la yuca, el banano. Pedimos a los niños que hagan dibujo de lo que vivían con las fumigaciones. Ellos contaban sus historias a través de los dibujos y mostraban como las aspersiones aéreas se hacían sobre sus casas, sobre sus cultivos mostraban como las avionetas cruzaban la frontera, como el suelo se iba empobreciendo (lo que es comprobado por la ciencia). Mostraban como las fumigaciones mataba todo tipo de plantas: hierbas, arbustos, árboles más grandes. En otros dibujos contaban que las vacas se adelgazaban, que vomitaban lo que habla de irritaciones gastrointestinales. Otros niños mostraban que había muerte de aves domésticas y silvestres, de peces y muerte de personas. También muestran los dibujos problemas de piel en las personas. Una niña describe a través de los dibujos que al café se le cae las hojas, al cedro se le amarillan las hojas, a la yuca se le pudre la raíz, al cacao la fruta y a la gente le salen granos. Psicólogos que analizaron los dibujos dicen que los niños dibujan en el futuro siempre a la muerte. Luego, en el 2004, las aspersiones aéreas estaban acompañadas por cuerpos armados. Se volvió a pedir a los niños que hagan dibujos y ellos dibujaban grandes aviones y mucha sangre. Cuando se vuelven a hacer los dibujos en el 2006, se les pidió que dibujen su familia. Ya no usaban color, se dibujan árboles sin hojas, lo que no es propio de la Amazonía. Dibujan el sol sin boca, sin brillo. Muchos dibujos son niños sin orejas ni boca, porque no quieren oír un escuchar. Mostraban niveles de alegría muy bajos. Hay un médico colombiano Camilo Uribe, muy famoso, que hizo una declaración juramentada en la que dijo que una persona de 60 kilos puede ingerir una cantidad de entre 15 y18 litros de glifosato, y que un niño de 12 años puede ingerir entre 6 y 8 litros. Estas mentiras, con el baño de la ciencia, quieren que se convierta en verdad a tanto de repetirse. La formulación con la que se hacían las fumigaciones incluye glifosato y un adyuvante que se llama Cosmo Flux, que ahora se usan en las plantaciones de banano, repitiendo este modelo casi de guerra con el que se implementó el Plan Colombia. Luego de presiones del gobierno ecuatoriano, se prohibieron las aspersiones en una línea de 10 kilómetros de la fontrera, y posteriormente, en 2015, se suspendieron en el resto del país, tras un fallo de la Corte, pero hace poco el gobierno de Duque pidió a la Corte Constitucional que se permita reanudarlas, y anunció que estas se reanudarían en julio 2019.
Nohelí Guzmán
Bolivia - RALLT
Bolivia, en términos de estructura agraria, es altamente desigual. Al tiempo que se repiten los derechos de la Madre Tierra y la prohibición de los transgénicos en el país, el avance de la denominada “soyización” es innegable, haciendo cada vez más visible la evidente relación meramente instrumental y de apropiación del discurso y narrativas de las organizaciones sociales populares e indígenas por parte del gobierno actual. El modelo de los transgénicos que se ha presentado incansablemente como la panacea y única solución a todos los males (cambio climático, salud, hambre, etc.) es un pilar esencial de este que ya podríamos denominar “biocapitalismo”. Esta versión de capitalismo que se ha propuesto ahora tocar lo más delicado de la vida y sus ciclos sirviéndose de la tecnología, la ciencia mainstream, y las estructuras Estatales aun con discursos progresistas, ha facilitado la acumulación de capital a cambio de mantener legitimidad política y poder. Esto último es una de las características centrales del caso boliviano, en el que, como resultado de la alianza Estado-Elites terratenientes, se tienen actualmente más de un total de 1,350.000 millones de hectáreas ocupadas con soya transgénica resistente al glifosato de Monsanto, es decir, aproximadamente un 37.18% de la tierra cultivable del país. Así, Bolivia es hoy uno de los 10 principales países productores de soya, misma que ha generado la deforestación masiva de los bosques de la región amazónica. Esa soya, que es ahora el principal cultivo agrícola de Bolivia, y uno de los tres principales productos de exportación y pilar del modelo de desarrollo extractivista junto a los minerales y los hidrocarburos, se ha abierto espacio ente complejos y maniqueos procesos, que entre dotaciones y saneamiento de tierras, hambre, sequias y ciencia, y la tan prometida potencia del sector agroindustrial, ha terminado paralizando y neutralizando las demandas y premisas históricas en nombre de las que se inició “el proceso de cambio”. Los pueblos campesinos e indígenas en Bolivia ven ahora minadas sus formas de producción y reproducción de la vida, pues crecientemente entrampados entre una retórica pachamamista y los avances y presiones por más flexibilizaciones para la exportación, aprobación de nuevos eventos transgénicos como el maíz y el algodón, o de la misma soya en su versión “intacta” y HB4, amenazan con desmantelarlos.
Carlos Federico di Pacuali
UTT
Las condiciones de trabajo del cinturón hortícola de Santa Fe son muy duras, porque somos todos productores sin tierra, que la arrendamos, porque somos víctimas del avance del sector inmobiliario que acapara tierras. La urbanización y de los monocultivos de soja transgénica, lo que hace que nos vayamos corriendo y no tenemos donde seguir produciendo. Hay también una pérdida de agrobiodiversidad. Ahora ya no hay más tomates en el cinturón verde hortícola de Santa Fe, en una zona tradicionalmente productora de tomate, solo verdura de hoja que es lo que nos impuso el agronegocio para vender rápido, y como tenemos que pagar el alquilar, no nos queda más remedio que producir eso. A esto se suma las inundaciones, producidas por la deforestación, lo que nos produce grandes pérdidas. Vivimos continuamente con la soga al cuello por lo que vivimos en condiciones indignas, en ranchos de chapa. Los servicios son muy malos como agua potable, cloacas, muchas veces no tenemos baño, alumbrado público, ni buenos caminos Muchos de los productores del cordón hortícola de Santa Fe, viven en cercanas a la trata. Migran de Bolivia y entran en las partes barriles de autos, quienes nos explotan nos retiene sus documentos de nacionalidad y nos entregan cuando les da la gana, nos endeudamos. Modelos de impuesto con paquete de insumos que incluye semillas, venenos, atado al dólar, y que nos trae problemas de salud, tenemos compañeras con cáncer a la piel y otras que no pueden dormir porque el contacto con los venenos que usan en las mochilas de fumigación, les produce dolor de cabeza Hay también pérdida de los conocimientos tradicionales que traemos de Bolivia, del uso que nuestros abuelos le daban a las plantas, del olvido obligado, que los la cura natural que todos conocíamos, ya se perdió Nosotros como UTT estamos recuperando esos conocimientos a través de la agroecología y del COTEPO que son consultorios técnicos populares. La UTT es una organización nacional de familias pequeñas productoras y campesinas. Desde los grupos de base y de forma democrática, construyen líneas de trabajo para proponer alternativas al modelo productivo actual, basado en los agrotóxicos. Nació en 1999 en la región rural de la ciudad de La Plata. Es un sector gremial de productores sin tierra, ya que el 90% de los integrantes alquila el lugar donde cultiva. Hemos Presentado un proyecto de ley de Acceso a la Tierra, para que puedan comprar tierra propia por créditos blandos de la misma manera que se paga un alquiler, y usamos los “verdurazos” como forma de acción, con el fin de fomentar la producción y consumo agroecológico, creando canales directos, locales, como la venta de bolsones de verdura, los Almacenes de Ramos Generales, las ferias y los feriazos masivos. Los “verdurazos” son reuniones de los agricultores, generalmente en plazas centrales en Buenos Aires, donde regalamos frutas y verduras a las personas presentes. Es una forma de protesta para que los habitantes de la ciudad conozcan los problemas que afrontamos los pequeños productores, incluidos abusos en la cadena de comercialización, y para exigir al Estado mejores condiciones de trabajo en el sector rural.
Javier Albea
Instituto de Salud SocioAmbiental- ROSARIO - Argentina
Desde 2010 que comenzamos con los Campamentos Sanitarios. Desde ese momento y hasta hoy recorrimos 37 localidades que en su gran mayoría corresponden a la zona núcleo de la producción agroindustrial en base a organismos genéticamente modificados y las sustancias biocidas asociadas (paquete tecnológico). Al transitar por las distintas localidades donde viven, según el último censo, más de 230mil habitantes de los cuales encontrarnos y recuperamos una porción de la realidad que atraviesan sus más de 128mil habitantes. Parte de esta realidad, refleja que los problemas de Salud que más preocupan y generan miedo son el cáncer y los problemas respiratorios. ¿Qué hay de saludable cuando se vive con miedo? Así también las fuentes de contaminación siempre están relacionadas de alguna u otra manera con el modelo productivo antes mencionado ya que incluye fundamentalmente a las fumigaciones, al uso de agrotóxicos o al polvillo de silos de almacenamiento. Más allá de si viven en el centro o en la periferia de estas localidades, la presencia de olores desagradables en las casas vinculados a la producción agrícola-ganadera es expresión de que todos están siendo afectados, podríamos decir que no hace falta ir al campo, el campo también va a las casas. En un principio, nos sorprendió la presencia y la naturalización del impacto de estas cuestiones que relacionan ambiente y salud en la vida cotidiana de estas localidades. Aunque hoy ya no nos sorprenda, la homogeneización en la expresión de procesos de salud-enfermedad aún nos sigue doliendo igual. Estos territorios definidos para el sacrificio desde otros espacios de poder, han condenado a algunos pueblos a estar enfermos, a naturalizar la enfermedad y la muerte de cosas que hace tiempo no existían. En un proceso histórico, el campo se quedó sin campesinos, y las ciudades se han convertido en islas que naufragan en desiertos verdes de soja. Quienes han definido y continúan promoviendo esta realidad, se llevan la ganancia, pero no son quienes transitan estos espacios. Nos han transformado en observadores y protagonistas de un conflicto donde todos somos víctimas. No importa de qué localidad hablemos, el cáncer y las muertes por cáncer, las malformaciones, los abortos y las muertes fetales, los problemas endócrinos (afectando tiroides por ejemplo), el uso de psicofármacos entre otras expresiones, son la norma, pero no normal. Son evidencias del alto nivel de contaminación ambiental en el que están las inmersas las comunidades Y así como se ha homogeneizado el territorio ordenado bajo la producción de commodities también observamos la homogenización de todas las expresiones del proceso salud-enfermedad. Podemos sintetizar que a través de los problemas de salud con los que nos encontramos en las comunidades, el agronegocio está activo ejerciendo sus efectos sobre todo el ecosistema y por ende sobre nosotros también. Podemos cerrar diciendo que en estos territorios hoy ya no queda libertad ni para enfermarse ni para morir de otras cosas que la que nos impone el sistema.
Verónica Azpiroz Cleñan
Comunidad Mapuche Epu Lafken de Los Toldos
Politóloga especializada en políticas sanitarias para pueblos indígenas. Realizó una maestría en Salud Intercultural y candidata al doctorado en Salud Colectiva de la Univ. Nacional de Lanús. Argentina, como todo país colonizado por Europa, tiene una matriz colonial. En este país, se han dado tres olas de genocidio al pueblo Mapuche. La primera se inició con la conquista española. Con la Campaña al Desierto o campaña de Roca, ya en la República, el Pueblo Mapuche fue despojado de su Territorio, durante la que provocó genocidio. Hubo otros sucesivos hechos legales, pero no legítimos que el Estado realizó, como permitir la propiedad individual de las tierras; la prohibición de las manifestaciones culturales más primarias como hablar la lengua propia: Mapuzungun. El objetivo no obedeció solo a un pensamiento racista, sino que tuvo un fin instrumental: apropiación del territorio mapuche (Pwelmapu). El tercero genocIdiio es la invasión de la soja. Desde la invasión al Territorio, se han generado enfermedades que los Mapuche no podemos entender y tratar. La nación mapuche en la Argentina la componemos más de 700.000 personas distribuidas en siete provincias: veinticuatro comunidades mapuche en provincia de Buenos Aires, más de ciento veinte en Río Negro, más de cincuenta y ocho en Newken, más de doscientas en Chubut, más de veinte en La Pampa, más de quince en Mendoza. A lo que nosotros llamamos territorialidad no es sólo el suelo, como lo ven los académicos. La territorialidad somos nosotros y la unión con todo lo que conforma nuestro territorio, el lugar donde están nuestros muertos, la placenta de mis hijos, los ojos de agua, es un territorio sagrado. Ver al territorio como sagrado es mirarlo desde la relacionalidad que tenemos, el vínculo es recíproco y complementario. Los ojos de agua, nos permite pervivir en los últimos 500 años. El ojo de agua es vida y muerte. Es lo que canaliza la vida, ahí enterramos a nuestros muertos y ahí enterramos la placenta de nuestros hijos, ahí empieza la vida, y desde que nacemos empezamos a morir. El acto de sembrar está ligado a un conocimiento sobre el territorio, su temperatura y su humedad, y la velocidad de los cuatro vientos de cada esquina del mundo, a lo cual nosotros llamamos meli wixan mapu. Todas las culturas han construido sus propios sistemas de producción (ganün, siembra al boleo, tukuayiñ, siembra comunitaria en la parcela comunitaria: tiempos y espacio se unifican para la siembra) y recolección de semillas (disponibilidad, uso, sistemas de acopio propios por terrazas o subsuelo en el caso de la pampa). Los procesos de preparación del suelo, nutrición, siembra, raleo, cosecha y festejo del ciclo agrícola o ciclo de recolección propio es lo que nos da identidad como nación pre existente al Estado Argentino. Sobre la ley de semillas, que es en realidad una ley Bayer/Monsanto, Verónica dice que “Defendemos las semillas porque permite la reproducción sociocultural de nuestros pueblos. La semilla es un bien biocultural. Ellos defenderán la sacralidad de la propiedad privada y su negocio, nosotros defendemos la vida a escala planetaria”. Por eso su comunidad EPU LAFKEN de Los Toldos, provincia de Buenos Aires presentó un recurso de amparo para impedir que la Cámara de Diputados de la Nación avance con el tratamiento de la ley de semillas (Monsanto-Bayer)
Elizabeth Bravo
Miembro de Acción Ecológica y de la Oficina de Derechos de la Naturaleza, Coordinadora de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos. Doctora en Biología
En la Constitución del Ecuador, el reconocimiento de derechos a la naturaleza incluye incluyen el mantenimiento de su estructura y funciones, de los ciclos biológicos y evolutivos, y a la reparación en caso de daños causados. El agronegocio en cada una de sus etapas metabólicas, atenta contra los derechos de la naturaleza. Voy a referirme a la agricultura transgénica. Cuando se desarrolla un transgénicas, se producen alteraciones en la estructura y como consecuencia de ello, en las funciones de las moléculas de ADN y todo el complejo bioquímico que interviene en la herencia de los seres vivos, incluyendo los procesos epigenéticos. Esto interrumpe los procesos evolutivos de los organismos, y el mantenimiento de los ciclos vitales naturales tanto del organismo, como de la forma como éste se relaciona con su entorno. Usando herramientas de biología molecular, se inserta en el genoma de un organismo (por ejemplo del maíz), genes provenientes de bacterias y virus muy infecciosos los que a través de la evolución han diseñado mecanismos para insertarse en el genoma de otros organismos. Estos organismos son el resultado 3,5 mil millones de años de historia evolutiva. Estos cambios influyen, a su vez, en los ciclos evolutivos tanto de los organismos transgénicos, como de todos los seres vivos que podrían contaminarse genéticamente, ya sea a través de transferencia horizontal de genes, o a través del flujo genético entre plantas transgénicas y no transgénicas, o con sus parientes silvestres o domesticados. De manera intencional la industria biotecnológica ha puesto en el mercado semillas transgénicas que han sido manipulados para que produzcan proteínas que le otorga a la planta resistencia a herbicidas, o para que sintetice una toxina con propiedades insecticidas. De esta manera la propia planta “controla” las poblaciones de algunas pestes agrícolas. A más de la función que tienen los cultivos de producir almidones o aceites, ahora producen proteínas transgénicas. Casi el 99% de los cultivos transgénicos que se cultivan comercialmente en el mundo tienen estas características. Pero los cambios en las funciones de la planta pueden ser no intencionales. Se ha comprobado que un simple gen puede crear decenas o incluso cientos de proteínas diferentes según cómo la célula lee su información genética, y cómo las proteínas estén agrupadas o modificadas químicamente. Una vez que las semillas transgénicas son liberadas al medio ambiente, van a producirse varios impactos en los ciclos biológicos y evolutivos de las comunidades biológicas que se encuentran tanto en el agro-ecosistema como en ecosistemas adyacentes. Los cultivos Bt (que producen sus propios insecticidas) no sólo van a afectar a las plagas, sino a otros insectos benéficos que son polinizadores, agentes de control biológico, dispersores de semillas o que son alimento de otras especies en la cadena trófica. Esto ha sido ya observado en zonas donde se producen cultivos transgénicos a gran escala: han empezado de declinar las poblaciones de abejas y de otras especies de insectos que actúan como agentes de control biológico o que juegan roles importantes en el equilibrio ecológico. Se han registrado también alteraciones en las poblaciones de hongos micorrizas asociadas a las raíces de maíz Bt, afectando la salud del suelo alterando los ciclos biológicos de las poblaciones microbiológicas que ahí se desarrollan. Además, han surgido súper plagas, pues los insectos se están haciendo resistentes a las toxinas transgénicas constituyéndose en un problema difícil de controlar. Los cultivos con resistencia al herbicida glifosato producen impactos los ligados tanto a la transgénesis, como al paquete tecnológico asociados (que está fuertemente basado en el uso de herbicidas). El glifosato interfiere en una ruta metabólica del ácido shikímico, a partir de la cual se producen muchos compuestos aromáticos que dan protección a las plantas (por ejemplo contra el desarrollo de tumores e infecciones). Los cultivos con resistencia a glifosato interfieren también en esta ruta metabólica, es por eso que una vez en el medio ambiente, los suelos en los que se desarrollan estos cultivos son pobres en algunas bacterias benéficas y promueven la proliferación de hongos patógenos En el caso de las plantas leguminosas (como la soya), se afectan las bacterias fijadoras de nitrógeno, elemento fundamental en el propio metabolismo de la soya. El glifosato produce daños en la vegetación natural de las zonas aledañas a los cultivos, a los microorganismos del suelo, a animales tanto silvestres como domésticos, así como a los trabajadores que participan en las actividades agrícolas y las poblaciones que viven en las zonas de influencia de los cultivos. El uso masivo y constante de glifosato en este tipo de cultivo transgénico ha generado el surgimiento súper- malezas, y como respuesta a esto, hay nuevos cultivos transgénicos resistentes a herbicidas mucho más fuertes y nocivos. Los cultivos transgénicos requieren de superficies muy grandes para que sean rentables, y como la mayoría de estos culticos son resistentes a herbicidas, no puede haber coexistencia con otros cultivos, lo que produce transformación de ecosistemas naturales y zonas dedicadas a la producción de alimentos, en monocultivos transgénicos, desaparición de flora y fauna silvestre y erosión genética de cultivos tradicionales.
Rafael Lajmanivich
Profesor Titular de la Cátedra de Ecotoxicología de la Universidad del Litoral, e investigador independiente del CONICET. Su especialidad es “Bioecología y Ecotoxicología de anfibios con distribución en el Litoral Fluvial de Argentina”.
Trabajamos en el impacto de los agrotóxicos en los anfibios nativos de Argentina. El corazón sojero de Argentina es una zona de alta biodiversidad, donde confluyen ecotonos de la región chaqueña, el Mediterráneo Atlántico y el Delta del Paraná. Esta biodiversidad está desapareciendo por los agrotóxicos. En los estudios hechos en la Universidad del Litoral, se ha hecho estudios sobre el efecto del glifosato y sus coadyuvantes en la herpetofauna. Pero los agricultores hacen mezclas de varios plaguicidas. Una de las mezclas mas usadas en Argentina es del glifosato con 2,4D El estado de salud de los anfibios indica el estado de salud de su ambiente. Se encontró que producen deformidades en las larvas de anfibios y reducción del aparato branquial, aún en dosis menores a las recomendadas para su uso en la agricultura. La exposición de la fauna acuática al glifosato es imposible de evitar, porque la época de siembra coincide con la época de lluvia, y el herbicida puede permanecer a concentraciones muy altas en estanques, que puede ser el sitio de reproducción de una población de anfibios, y la presencia de glifosato puede ser letal. Anfibios malformados es una primera señal de los efectos del glifosato. En investigaciones hechas en la Universidad del Litoral, se encontró genotoxicidad y varios otros problemas que la ciencia oficial no reporta. En una reciente investigación hizo una evaluación sobre el efecto en anfibios del glifosato y el arsénico, que está presente naturalmente en el agua, y se encontró resultados significativamente sinérgicos. Los anfibios (sapos y ranas) son el grupo de vertebrados más afectados por la agricultura en todo el mundo y este fenómeno no es menor en nuestro país. En la región se encuentra la Zona Núcleo de producción sojera, donde se cosechan los mayores rindes por hectárea, cuando se usa enormes volúmenes de agrotóxicos, sobre todo en los meses de verano, coincide con los ciclos reproductivos de los anfibios y gran parte de la fauna silvestre. En una investigación reciente encontramos un efecto sinérgico entre el glifosato y el arsénico que produce, entre otras cosas, problemas hormonales y modificaciones en el ADN de organismos vivos. Realizamos un experimento en renacuajos donde se utilizó glifosato y arsénico en concentraciones ocho veces más bajas que las mínimas permitidas, que por ende no deberían causar ningún efecto en los renacuajos. En esta primera etapa ya obtuvimos el primer dato de que ambas sustancias combinadas alcanzaban un efecto sinérgico, es decir aumentaba la toxicidad. Al analizar la sangre de los renacuajos notamos que los valores de dos hormonas fundamentales para desarrollo de todos los vertebrados como son la T3 y T4, se habían disparado. El índice de proliferación celular también había aumentado, lo que no dejó lugar a dudas del poder de toxicidad de la unión de los elementos porque un índice de celular alto significa la existencia de una enfermedad tumoral. Postulamos un riesgo eco toxicológico muy grande en las zonas en donde ambos elementos están presentes en gran concentración. El riesgo ecológico aumenta considerablemente en zonas en las que hay presencia de arsénico en la tierra y en donde a su vez se utiliza glifosato para los cultivos, ya que su combinación produce daño en el ADN de ciertos organismos. Probablemente el arsénico no podamos sacarlo de la tierra porque tiene millones de años ahí, pero si se podríamos erradicar el glifosato para no dañar la salud de la población. Según la OMS, Argentina es uno de los países con más altos niveles de arsénico orgánico acumulado naturalmente en las aguas subterráneas. El Delta del Paraná, contiene humedales continentales de origen fluvial, asociados a la llanura de inundación del río Paraná, en sus tramos medio e inferior, e incluye los territorios de los Parques Nacionales Pre-delta e Islas de Santa Fe. Los humedales de la extensa planicie aluvial cumplen un importante papel de regulación hidrológica y biogeoquímica, y constituyen un formidable corredor biogeográfico en el que conviven especies de regiones tropicales, subtropicales y templadas que resultan en una gran diversidad de ambientes, flora y fauna. El sistema cumple un rol importante como reservorio de biodiversidad, brindando alimento, refugio y sitios de reproducción a numerosas especies de peces, algunas de ellas migratorias, así como especies de aves, reptiles y mamíferos que presentan algún grado de amenaza. La Mesopotamia abarca las provincias de Misiones, Corrientes y Entre Ríos. Gran parte de su territorio integra la cuenca del acuífero Guaraní. En los albardones del sector norte y en el delta inferior, se desarrolla la selva marginal, con especies subtropicales. Es una región muy rica en biodiversidad. Se han catalogado 2000 especies de plantas vasculares, más de 402 aves (la tercera parte del total de la Argentina) y un alto número de especies endémicas de anfibios. La región chasqueña tiene dos estaciones climáticas: la seca (con lluvias escasas en el mes de julio) y la húmeda (con precipitaciones hacia el mes de enero), y con temperaturas elevadas. Predominan las formaciones forestales de madera dura, ya sea en forma de bosque, selva o parque.
Arturo Quizhpe
ReALT
Los humanos somos 1,3 veces bacterias, cuando las atacamos nos estamos atacando a nosotros. Nuestra salud depende de las bacterias que habitan dentro de nosotros y sobre nosotros, y somos el fruto de la evolución de las bacterias. Tanto los antibióticos cuanto la resistencia bacteriana, existen naturalmente en el ambiente y son parte de un proceso milenario evolutivo. Existe un intercambio dinámico constante de material genético entre las diferentes especies bacterianas en la naturaleza, proceso que ha sido acelerado con el advenimiento de los antibióticos producidos por la industria. Las comunidades microbiológicas trabajan para promover el tejido de la vida. Nosotros somos un hilo de ese tejido, pero los antibióticos destruyen esa red. La vida en la Tierra depende del ciclo de nutrientes: del azufre, el fósforo, el nitrógeno y el carbono. En cada uno de estos ciclos participan microorganismos. Las bacterias ayudan a mejorar la captación de nitrógeno, la absorción del fósforo por parte de las plantas, y en la descomposición de los compuestos orgánicos. Tanto los antibióticos cuanto la resistencia bacteriana, existen naturalmente en el ambiente y son parte de un proceso milenario evolutivo. Existe un intercambio dinámico constante de material genético entre las diferentes especies bacterianas en la naturaleza, proceso que ha sido acelerado con el advenimiento de los antibióticos producidos por la industria. Las bacterias son los organismos vivientes más antiguos y numerosos de la Tierra. Su peso combinado de todos los microorganismos representa el 80% de la biomasa de la Tierra. Si las bacterias desaparecieran de los entornos humanos, todo se pararía, todo se detendría. Desde el punto de la naturaleza, el abuso de los antibióticos, altera el ciclo de nutrientes mediados por bacterias, afectando su fertilidad. Se han identificado 5 mil especies bacterianas, pero podrían ser entre 5 millones a 100 millones de especies, y sólo muy pocas son patógenas para los seres humanos. A pesar de eso, se considera que son nuestras enemigas, y para combatirlas se hace uso indiscriminado de antibióticos. Se usa también antibióticos para el engorde de animales de corral. Debido a eso, se ha desarrollado genes de resistencia a antibióticos que están presentes en aguas de todo el mundo. Estamos frente a una enfermedad planetaria por el uso indiscriminado de antibióticos, lo que se refleja en un deterioro global de la salud. La resistencia bacteriana es el sexto problema de salud mundial. Cada vez que la industria inventa un nuevo antibiótico, en algún lugar hay una bacteria que ha desarrollado resistencia. Al utilizar un antibiótico o un desinfectante estamos activando este proceso, y ahora tenemos bacterias resistentes a cinco, seis o diez antibióticos a la vez. Son súper bacterias que convierten en inmanejable el control de enfermedades infeccionas. Podría arrastrar a la humanidad a la época anterior al descubrimiento de los antibióticos, haciendo que muchas enfermedades infecciosas actualmente controlables y fácilmente curables, se vuelvan intratables. El sector agropecuario y la industria farmacéutica tienen una considerable responsabilidad en el incremento del consumo de antibióticos. Estas rompen la red de relaciones en la naturaleza, en la que las bacterias juegan un papel fundamental, Tenemos que superar la metáfora de la guerra para construir un nuevo paradigma microbiológico.
Damián Marino
Director del EMISA – Universidad Nacional de la Plata
Desde 2001, ha crecido el número de publicaciones científicas sobre el efecto del glifosato en medioambiente, sin embrago, los medios de comunicación hegemónicos tratan los resultados como si fueran una opinión y no una evidencia científica. “Nos trataran como opinólogos. Hay desprecio a los investigadores de la ciencia digna”. Argentina tiene en las gotas de lluvia 30 veces más plaguicidas que en Estados Unidos y cada año se acumula 1mmg de glifosato en el suelo argentino. Esto se encontró en una investigación que hicimos en el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente – CIMA de la Universidad Nacional de La Plata. Recolectamos 112 muestras de agua de lluvia en áreas urbanas y periurbanas de la zona pampeana con diferentes grados de uso de la tierra en producción de cultivos extensivos, junto a 58 muestras de suelo subsuperficial de los sitios periurbanos. Los resultados de este estudio de herbicidas en agua de lluvia, el primero en Argentina, han demostrado la alta frecuencia de detección (80%) de Glifosato y Atrazina junto con la ubicuidad de esos compuestos en la atmósfera asociada con las precipitaciones anuales. Evaluamos también la ocurrencia y concentración de glifosato y su principal metabolito (AMPA) en el suelo y otros compartimentos, incluidas las aguas subterráneas, en relación con prácticas agrícolas reales en la región. La ocurrencia fue casi ubicua en matrices sólidas (83 - 100%) con concentraciones máximas entre las más altas reportadas en el mundo. Se observó una frecuencia de detección más baja en aguas superficiales (27 - 55%) con concentraciones máximas en agua entera de 1,80 y 1,90 µg/L de glifosato y AMPA, lo que indica que el análisis de MPS puede ser más sensible para la detección en el ecosistema acuático. No hay concentraciones detectables de glifosato o AMPA en el agua subterránea. Al disponer del historial de aplicaciones y concentraciones pulverizadas en los campos, las concentraciones de glifosato en suelos se correlacionaron mejor con la dosis total acumulada y número total de aplicaciones que la última dosis de evento de pulverización. A partir de esta información se estimó un incremento de 1 mg de glifosato / kg de suelo cada 5 eventos de fumigación. Los hallazgos permiten inferir que, según las prácticas actuales, las tasas de aplicación son más altas que las tasas de disipación. Por lo tanto, glifosato y AMPA deberían considerarse contaminantes "pseudopersistentes" y una revisión de los procedimientos de gestión y uso. También se deben recomendar programas de monitoreo y riesgo ecológico para el suelo y los sedimentos. Lagunas dentro la región de pampeana pueden verse potencialmente afectadas por el uso continuo de glifosato, por lo que hicimos una evaluación de 52 cuerpos de aguas superficiales poco profundas correspondientes a lagos pampeanos (Provincia de Buenos Aires, Argentina) para evaluar la ocurrencia y las concentraciones del herbicida Glifosato y su principal producto de degradación (AMPA). Para la comparación, también se estudiaron 24 lagunas poco profundas de un área sin uso agrícola de glifosato (Patagonia norte). En región de Pampa, se detectaron residuos del herbicida en > 40% de las muestras. Los residuos de glifosato se detectaron con mayor frecuencia en sedimentos y aguas superficiales que en las muestras de MPS. Adicionalmente se observó que había una dependencia entre la concentración del herbicida en los sedimentos de fondo de las lagunas de la provincia de Buenos Aires y la superficie de las mismas, estos resultados expresan que, a mayor dimensión de la misma, mayor es su capacidad diluyente respecto a los procesos de ingreso, incidiendo de manera directa sobre la calidad de los recursos pesqueros asociados a estos cuerpos de aguas y por lo tanto en calidad alimentaria. Finalmente vale destacar que el herbicida no se detectó en muestras de la Región patagónica, donde no existe una utilización de este, mostrando la relación uso-presencia.
Carla Poth
Multisectorial contra el agronegocio y de la Multisectorial contra la Ley Bayer- Monsanto de semillas en Argentina. Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Sarmiento.
En la actualidad, Argentina ha liberado la producción, comercialización y uso de 56 variedades de semillas genéticamente modificadas o transgénicas (en adelante semillas GM), entre soja, algodón, maíz y papa. Si bien, hasta 2016, el modelo del agronegocio había cerrado la producción de semillas GM a la agroexportación, a partir de este año se ha abierto una nueva etapa en la que comienzan a consolidarse la aprobación de cultivos para el consumo interno, como la papa; y el trigo que está actualmente en discusión. En el caso del trigo transgénico hay informes técnicos de la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA) aprobados. Sin embargo, el secretaria de Agroindustria ha rechazado su aprobación por presiones económicas y ha sometido su aprobación a una mal llamada “consulta pública”, que es una encuesta de alcance limitado y con poca difusión pública a través de la página de la secretaría. Lo cierto es que la aprobación de estas semillas transgénicas se sostiene sobre una serie de mitos que son rápidamente rebatidos. La imágen de una “Argentina como supermercado del mundo”, que el actual presidente Mauricio Macri buscó instalar a lo largo de su gobierno (imágen que cristaliza un modelo que ha sido instalado y consolidado durante los últimos 40), contrasta con los datos que muestran la cantidad de personas que no acceden a las góndolas de la alimentación. Un informe de la FAO de 2015 ratifica que más de 790 millones de personas padecen hambre crónica y más de 2000 mil millones poseen “hambre encubierta”, es decir, son carentes de nutrientes. El correlato con los números nacionales es arrollador. Mientras que en nuestro país se producen actualmente 34 millones de hectáreas de cultivos, traducidas en 145 millones de toneladas en grano al año, a diciembre de 2018, más de 3 millones de personas se encontraban bajo la línea de indigencia, por lo que estan signadas por la desnutrición y la malnutrición estructural. Más de 200 mil productores y productoras menos han desaparecido desde fines de la década de 1980, especialmente pequeños y medianos productores. A esto se suma el crecimiento del desemplo rural, pues en el modelo actual emplea a un productor cada aproximadamente 200 hectáreas, lo que multiplica el panorama de la pobreza que se expresa en las regiones agrarias. Un monte nativo absorbe 300 milimetros de agua por hora, mientras que un campo con soja, sólo absorbe 30, por lo que la pérdida de más del 70% de bosques nativos y humedales, no sólo ha redundado en el perverso ciclo de las inundaciones, sino que ha puesto en jaque la diversidad biológica y alimientaria. Hoy, el ser humano ha reducido su consumo de entre 7 mil y 10 mil variedades de alimentos a sólo 150 para el consumo humano. De la inmensa variedad de adaptaciones de maíz y papa que hemos tenido en la historia de la agricultura argentina, hoy predominan sólo las variedades transgénicas. Así, de primera mano, los datos nos dicen que el acceso a los alimentos no sólo no ha sido resuelto sino que, en contraposición, la expansión de este modelo pone en peligro las fuentes seguras de alimentos sanos y diversos. Derribado este mito, sobre el que hasta los científicos se paran con el fin de justificar sus múltiples investigaciones financiadas por multinacionales productoras de semillas transgénicas, al menos nos queda pensar que quienes sí comemos, estamos accediendo a alimentos saludables. Pero, ¿lo hacemos? Este segundo mito se cae también rapidamente, cuando vemos que nuestra alimentación está cada vez más marcada por la presencia de estos cultivos. Hoy, todos los alimentos procesados, en Argentina, contienen lecitina de soja, el derivado de una soja que es 100% transgénica. No existe, a pesar de esto, ninguna regulación que obligue al etiquetado de transgénicos, o siquiera mecanismos de trazabilidad que permitan registrar cuáles son los residuos de agrotóxicos (que al día de hoy ya se ha demostrado que presentan persistencia en el ambiente. En Argentina, los tipos de 56 semillas GM se encuentran intimamente asociadas al uso de diversos tipos de agrotóxicos: glifosato, glufosinato de amonio, 2-4D, o son tolerantes a herbicidas de la clase de las imidazolinonas. Y si bien no hay registro de cuánto de estos productos tóxicos efectivamente consumimos, sí tenemos una certeza irrefutable. Al día de hoy, un tercio de la población argentina (13 millones de habitantes) es rociada con 525 millones de litros por año de agrotóxicos. Junto con esto, los algodones, apósitos femeninos y tampones utilizados cotidianamente poseen residuos de agrotóxicos. Las aguas del río Paraná, que constituyen las napas de agua consumible) bajan con grandes acumulaciones de agrotóxicos. La exposición es tan grande que incluso se han encontrado altos porcentajes de agrotóxicos en sangre y orina de habitantes de las ciudades. Una muestra de que estos químicos están en el corazón de este modelo. Estos estudios fueron parte de dos campañas iniciadas por investigadores de la Universidad de Mar del Plata y el grupo BIOS, que se llamaron “Mala Sangre” (2014) y “Fuera del Tarro” (2015). De esta manera, todos estamos expuestos de manera indirecta a estos tóxicos que vienen de la mano de las semillas transgénicas. Al mismo tiempo, no son pocos los estudios que evidencian que esta exposición a los agrotóxicos tienen efectos dañinos sobre nuestra salud. En el 3er Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados, se ha demostrado que la exposición sólo al glifosato (uno de los tantos venenos utilizados en los campos) afecta la salud reproductiva, aumentando los índices de abortos espontáneos y malformaciones congénitas (en Chaco se pasó de 19,1 casos de malformación cada 10000 nacidos vivos a 85,3 casos en 2008, siendo mas fuerte el crecimiento en regiones de alto uso de glifosato como en La Leonesa). El aumento de los indicadores de cáncer infantil (que triplican las incidencias), el constante crecimiento de problemas endócrinos como hipotiroidismo y trastornos del desarrollo neurológico o cognitivo son sólo algunos de los efectos demostrados. Los estudios de Andres Carrasco (Universidad de Buenos Aires), Ma. Fernanda Simoniello (Universidad Nacional del Litoral), Delia Aissa (Universidad Nacional de Río Cuarto), entre otros a nivel nacional. Y aún así, el modelo sigue caminando. Y a estos datos ya certeros, se suma la negación que los biotecnólogos reguladores hacen del principio de incertidumbre que contienen estas semillas. Porque la CONABIA, que evalúa su potencial de liberación, sostiene sus evaluaciones sobre los pilares del Dogma Central del Determinismo Genético, que niega la mutación y la inestabilidad de los genes y sostiene, de manera terminante, que las semillas GM no tienen riesgos. Esto, que se cristaliza en el principio de equivalencia sustancial (matriz fundamental del marco regulatorio en Argentina), es lo que permite la rápida liberación de las semillas y el expansivo uso de tóxicos asociados a las mismas. De esta manera, aunque dicen evaluar los riesgos en el ambiente y la salud, los marcos regulatorios parten del principio de que las biotecnologías no tienen riesgos, más allá de un potencial riesgo económico para el modelo de la agroexportación. La mirada fragmentada, unidimensional y estática de estos expertos se cristaliza en la regulación argentina ignorando, tal y como muestran diversas investigaciones a lo largo y ancho del planeta, que la única certeza contundente, entre tanta incertidumbre sobre los efectos de los transgénicos, es que los organismos GM son inestables y, por lo tanto, incontrolables. Es fundamental comprender que la lucha contra este modelo de producción de ganancias (y no de alimentos) requiere de una perspectiva integrada que rechace el uso de los agrotóxicos así como también las semillas a las que estos agrotóxicos están atadas: las semillas GM. Las semillas transgénicas evidencian la consolidación de una cadena concentrada en grandes corporaciones trasnsacionales que controlan nuestra alimentación. Al mismo tiempo, impactan directamente en la diversidad genética, lesionando seriamente los procesos naturales. Pero también pone en serio riesgo nuestra salud, exponiendo nuestros cuerpos a nuevas toxinas y agentes alergénicos que generan enfermedes aún desconocidas, como lo muestran los estudios hechos por los estudios de Pusztai y Bardocz (2005), referidos a las enfermedades intestinales generadas por el consumo de alimentos derivados de organismos genéticamente modicicados
Vecinos Unidos en defensa de un Ambiente Sano (VUDAS)
Caso Porta Hermanos
Silvia Cruz y Rosa Acuña del grupo VUDAS (Vecinos Unidos en Defensa de un Ambiente Sano) explican la grave situación de su barrio por la presencia de una fábrica de bioetanol, que es una de las patas del agronegocio. El barrio está ubicado al Sur de la ciudad de Córdoba. La empresa Porta Hermanos de bioetanol, que están aliados con una transnacional sueca hace bioetanol a partir de maíz transgénico, trabaja de manera ilegal pues no cuenta con las autorizaciones necesarias para este tipo de actividad, estipuladas por la Ley General de Ambiente de la Nación. Su tecnología es tan robotizada que no requiere mucha mano de obra. Consta de 6 plantas de producción de bioetanol, donde produce cada día miles de litros de bioetanol a base de maíz transgénico cultivado con agrotóxicos. Desde el mismo inicio de su funcionamiento como planta de bioetanol, febrero de 2012, empezamos a notar un olor desagradable y a presentar irritaciones oculares, dérmicas y respiratorias, que fueron aumentando en intensidad; incluso algunos vecinos tuvieron que alejarse del barrio por recomendación de sus médicos. A raíz de esta situación, en mayo de 2013, concurrimos al Hospital de Clínicas de la Universidad Nacional de Córdoba a solicitar la participación de especialistas, lo que dio lugar a un informe del colectivo VUDAS. Profesionales de las cátedras de Alergia e Inmunología y de Clínica Pediátrica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, y también integrantes de la Red Universitaria de Ambiente y Salud (REDUAS), realizaron un estudio de salud ambiental en agosto de ese año. La evaluación epidemiológica alcanzó al 74% de los habitantes del barrio y refirió una elevada frecuencia de trastornos: “el 43,2% padecía cefaleas persistentes, 34,8% conjuntivitis y congestión ocular, 33,1% neumopatías obstructivas, 26,6% gastritis y/o síntomas compatibles con ésta, y un 18,2% sufría dermatitis por irritación química”. Los reclamos se dirigieron a la Municipalidad de Córdoba, al intendente y a funcionarios del área Ambiente, sin ser escuchadas. Ante la falta de resultados en 2015 nos encadenarnos en la municipalidad solicitando que el intendente nos recibiera. Luego de varias tentativas, en una reunión con funcionarios de distintas secretarias, nos explicaron sobre los ajustes que ha hecho la planta a la norma de uso del suelo urbano vigente, y nos prometieron que la secretaría de salud iba a realizar estudios, pero no se cumplió. En julio de 2016 solicitamos a la REDUAS una nueva evaluación de la salud colectiva y ambiental en el barrio. En este nuevo relevamiento se encontró que en el barrio San Antonio se detecta efluentes gaseosos (formaldehído, tolueno y xileno) de la planta de bioetanol de Porta Hnos. Hay una tendencia al aumento de casos de cáncer, especialmente de piel. También se verificó una alta prevalencia de niños que nacen con problemas congénitas en frecuencias muy superiores a las existentes en la ciudad de Córdoba. Son muy elevadas las prevalencias de asma, conjuntivitis y dermatitis, cefaleas y se observa una preocupante multiplicación de mujeres con masas en vías aéreas superiores. La mayoría de los vecinos presenta el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple. El trabajo concluye recomendado que se deben tomar medidas ambientales urgentes para proteger el derecho a la salud de la población. Frente a estos problemas, en agosto de 2013, se presentó una denuncia ante la Administración de Justicia Provincial en contra de la empresa Porta Hermanos por contaminación. En 2016 las vecinas presentamos un Amparo Ambiental. Los vecinos exigimos el cese inmediato cese de la producción de la planta de bioetanol de Porta Hnos.
Leoncio Figueredo
Organización de Lucha por la Tierra (UTL) - Paraguay
En Paraguay los campesinos vivimos un proceso de criminalización constante por las movilizaciones que tenemos por lucha por nuestras tierras. Entre 2013 y 2017 hubo 479 casos de compañeros imputados por la lucha por la tierra. Esa cifra aumenta todo el tiempo. Se nos criminaliza porque exigimos acceso a la tierra, pero también por la defensa del medio abiente, porque nos exigimos que se contruyan barreras ambientales cuando se fumiga. Cuando las compañeras protestan por la falta de la barrera ambiental, se les acusa de robo sin ninguna prueba, obedeciendo a denuncias hechas por los sojeros. Hay compañeros a los que se les prohibe asistir a reuniones de más de tres personas y a salir del domicilio como medidas impuestas. Hace un tiempo, mataron a una campesina en un asentamiento cercano a Brasil. Fue la primera vez que se asesina a una mujer por la lucha por la tierra. Nuestras principales reivindicaciones son por el acceso a la tierra, el acompañamiento técnico para la producción, créditos blandos, infraestructuras básicas, salud, educación y mercado para la venta de la producción, y la condonación de las deudas. Tenemos que enfrentar la sojización de nuestros territorio y por eso somos criminalizados. Tenemos que enfrentar constantemente la expulsión de nuestras tierras, primero para la ganadería y luego para la soja transgénica. En Paraguay un millón de personas fueron expulsadas del campo por el Agronegocio. No podemos vivir sin tierra. El sol y el agua maduran los frutos y estos crecen en la tierra, nosotros vivimos de la tierra, no podemos vivir sin tierra. Con el avance de la soja se están perdiendo las semillas nativas, hay deforestación, pérdida de nutrientes del suelo, contaminación de cursos de agua, los animales están en peligro de extinción o en extinción. La mayoría de los departamentos del oriente paraguayo están afectados por el monocultivo de soja y por la ganadería, especialmente el Alto Paraná, Ciudad del Este, toda la zona de Caaguazú, donde están los menonitas y sobre todo los brasileños. En Itapúa, prácticamente todos son grandes sojeros, la zona de Canindeyú, donde hubo una gran masacre, las tierras en su mayoría están en manos de los grandes latifundistas sojeros. Y el monocultivo está entrando a la región occidental, al Chaco. Se está desmontándola tierra de los pueblos indígenas. Mientras avanza la soja, nuestros ríos se contaminan y nuestra salud se deteriora, perdemos nuestros animales domésticos y ya no es fácil cultivar nuestros cultivos. La ULT luchamos por la recuperación de la tierra, a través de marchas de protesta contra las autoridades, para que se amplíen nuestros asentamientos, luchamos para mejorar las condiciones de vida y de la salud. Pero no solo nos limitamos a las marchas y protestas. Compañeros están produciendo yerba ecológica, por familias campesinas de Tava'i, departamento de Caazapá, hacemos ferias campesinas de productos frescos y sanos y de comidas típicas para recaudar fondos para las diversas gestiones que tenemos que realizar.
Juan Ignacio Pereyra
Abogado de pueblos fumigados. Asociación Seguridad Ambiental y Construcción Ciudadana
Gabriela Ferrer
Abogada del Centro de Protección a la Naturaleza
Aunque las luchas legales se llevan en distintas instancias nacionales e internacionales, estas acciones deben estar apoyadas por la organización popular. La agricultura transgénica basada en uso intensivo de pesticidas reposa sobre una “lógica de muerte” y de “adicción química”, que tarde o temprano hará colapsar a los recursos naturales agrarios. El Agronegocio viola los derechos a la salud, a la integridad y otros reconocidos por el derecho internacional. En los últimos 25 años, tanto la Argentina como otros países en los que se impuso el paquete tecnológico de los OGM más la química biocida, año a año se deben usar más químicos, dañando el ambiente y la salud de la población, generando alimentos con residuos de plaguicidas, convirtiéndolos en no sanos, ni seguros, desnaturalizando de esta manera la función social y vital propia de la agricultura: producir alimentos sanos para las comunidades. Esta forma de agricultura daña bienes colectivos e individuales gravemente, ocasionando graves que violaciones a derechos humanos, incluso transgeneracionales, como así también, viola todo el Derecho Ambiental, que es la parte del derecho destinada a prevenir, hacer cesar, y recomponer los daños ambientales y los daños a la salud que los daños ambientales que las actividades contaminantes ocasionan, cuyo estricto cumplimiento prevendría y haría cesar las violaciones de derechos humanos que esta actividad ocasiona. Ninguna actividad que viole los DDHH puede ser legal. Toda actividad debe sujetarse al derecho ambiental, y la agricultura con químicos no lo cumple. Si no hay cuidado ambiental, no hay goce de derecho humano alguno, dijo la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la opinión consultiva OC-23/17, solicitada por la República de Colombia. Es fundamental tener presente que las leyes ambientales nacionales y provinciales constituyen el andamiaje estructural sobre el que se sostiene el “bloque de constitucionalidad ambiental” destinado garantizar la integridad de nuestros derechos ambientales, reconocidos en la Constitución Nacional y en la Constitución de la Provincia de Buenos Aires. Las leyes de protección ambiental son de orden público; esto quiere decir que su cumplimiento es obligatorio y que de forma imperativa e inderogable, establece los recaudos legales indispensables y obligatorios para prevenir, hacer cesar y recomponer los daños ambientales (y a la salud que de ellos deriven) que las actividades antrópicas causen o puedan causar, cuya infracción se constituye graves violaciones a los derechos ambientales y a la protección de la salud.
Jeremías Chauque
Indígena Mapuche. Integrante de Desvío a la Raíz y músico
Desvío a la raíz es una organización que nace en 2006, en un proceso lento, y que quiere repoblar el campo lejos de las enfermedades propias del Agronegocio. Queremos recuperar la memoria de nuestras semillas y nuestra soberanía, y practicamos la agricultura agroecológica y comunitaria. Cuando vivíamos en los pueblos fumigados, mientras nos fumigan, nos fumigan también la memoria, nos rodeaban los olores a frutilla y a soja y la gente se enfermaba de las mismas cosas, las enfermedades se repetían, algunos casos graves, que antes eran raras. Para el Agronegocio somos una maleza más que hay que eliminar. Nos estábamos transformando en un pueblo sin memoria y sin identidades, y un pueblo sin identidad es un pueblo que está de rodillas. Atraídos por la frutilla venían familias campesinas de varios lugares del país como El Chaco, y tenemos una pata de la ciudad Y empezamos a crear puntos de encuentro a través de una semilla, de un surco que se levanta, de una cosecha. Vimos que van puentes directos para reencontrarnos con esa memoria fumigada, y de ganar el derecho de criar a nuestros hijos en el campo, de manera sana. De tener acceso a alimentos, a nuestras semillas, y como posibilidad de tener una vida en el campo. Tenemos una pata productiva, que es importante, pero si no garantizamos la base fundamental que nos alienta, somos solo productores y vamos a discutir sobre cuánto producimos, y no ponemos en cuestión algo que queremos colocar como sociedad y es qué queremos para nuestros hijos, con nuestras vidas. Así nace “Desvío a raíz”, con el propósito de retomar la memoria, lo que teníamos. Por eso debemos recuperar la memoria de nuestras abuelas. Gracias a la memoria ya no hay transgénicos en los campos de nuestra comunidad. El presente lo ganamos con fumigados y muertes. Frenamos fumigaciones Se nos privó de la libertad... Pero recuperamos la memoria y al entender lo que nos pasaba, pudimos recuperar nuestra soberanía Tenemos el gran desafío y responsabilidad de ser monte nuevamente. De recuperar esa identidad, esos sonidos, esa fortaleza que sucede de lo mínimo a lo máximo dentro de un monte. Esa sabiduría que le permitió a las culturas ancestrales mantenerse de pie a pesar de lo que significa este modelo productivo que comprende que ese legado, que esos sonidos, son subversivos y avanza en consecuencia. Este modelo productivo basa su éxito en desmontarnos, saquearnos, fumigarnos la memoria, la cultura y todos los caminos que nos lleven a retomar esa identidad de monte. Para eso vamos a tener que empezar a comprender esto del “avanzar retrocediendo” porque cuando un abuelo habla nos da la posibilidad de comprender mejor el presente y por sobre todas las cosas modificarlo. Necesitamos que nuestras abuelas y abuelos nos vuelvan a contar esas historias que nos formaban como hombres y mujeres de la tierra. Cuando hablamos de desmonte o vaciamiento cultural en el campo, estamos perdiendo soberanía. Yo fui criminalizado cuando me paré frente a un mosquito (fumigadora) para páralo. Después de intentar tener respuestas de los responsables políticos y legales encargados de solucionar esta problemática de las fumigaciones, decidimos frenarlas tóxicos nosotros, ejerciendo nuestro derecho a vivir en una zona rural y defender la salud de nuestros hijos. Nuestro pueblo estaba rodeado de plantaciones transgénicas, y se fumigaba sobre nuestras casas, escuelas. La situación era muy complicada. Por defender este derecho, tenemos causas penales en nuestra contra y fuimos amenazados e intimidados. Ahora nuestro pueblo ya no está rodeado solo de olor a frutillo. Ahora, nuestros abuelos han recuperado su papel de ser guardián de la memoria, y tenemos soberanía. Hablamos de física, química y biología campesina, a través de procesos biológicos estamos mineralizando nuestros suelos y nuestra soberanía.
Madres de Ituzaingó
Esta lucha comenzó a fines del año 2001, cuando una de las madres, Sofía Gatica, se dio cuenta de que muchas mujeres usaban pañuelo (para cubrir su calvicie) y varios niños usaban barbijos. Los problemas de salud se repetían en otras familias, lo que nos llevó a la creación del grupo Madres de Ituzaingó, y decidimos averiguar qué estaba pasando. Recorrimos el municipio puerta a puerta para recoger información y encontramos un alto porcentaje de enfermedades: niños con malformaciones, con problemas respiratorios, de riñón, y un altísimo porcentaje de personas afectadas por cáncer, y todo eso quedó reflejado en un mapa con la localización de cada enfermo, el que seguimos actualizando. Nosotros fuimos la primera organización en establecer la relación entre el glifosato y la salud humana, cuando la gente empezó a enfermarse con leucemia y los niños nacían con malformaciones. Cerca de nuestro barrio, que es el más grande de la periferia cordobesa, hay campos de soja transgénica con fumigaciones constantes. A pesar de que nuestra lucha es conocida dentro del país e internacionalmente, estamos peor que antes, ya no tenemos atención médica, y nos estamos muriendo. Aunque hay gente que dice que nos ayuda, aquí no las vemos. Todos saben que tenemos hasta 6 agrotóxicos en la sangre (como endosulfán, compuestos organoclorados y fosforados, 2.4D, diendrin y clorpirifós), luego de los estudios hechos por el Ministerio de Salud, por nosotros y por otros, pero no pasa nada. Luego del juicio de 2012, cuando se determinó que fumigar es un delito, nuestras condiciones de salud tampoco han cambiado. Las denuncias tomadas en cuenta por los tribunales incluyeron un estudio oficial que había determinado que, de 142 niños del barrio evaluados, se encontró la presencia de agrotóxicos en 114 de ellos. En el caso de barrio Ituzaingó, se condenó el uso de glifosato y endosulfán por parte de estos dos productores, a quienes se los acusa de haber contaminado el ambiente y perjudicado la salud de los vecinos. En la Causa Madre, que fue llevada a juicio en 2014, esperamos que haya una sentencia, porque nuestros hijos en el Barrio Ituzaingó, están llenos de agrotóxicos en la sangre, muchos están con leucemia y se están muriendo. La “causa madre” contempla el caso de las Madres de Barrio Ituzaingó, a la que se suma una causa por fumigaciones urbanas en la comuna de Los Cedros porque en ambas hay un imputado en común, Edgardo Pancello que es el aeroaplicador. Cada 19 del mes, desde el 2015, las Madres nos concentramos en Plaza San Martín, exigiendo que inicie el juicio de la “Causa Madre”, porque la causa prescribió en 2012, nos presentamos de nuevamente como querellantes y en el 2015 se elevó a juicio, pero el juicio recién comenzará a principios de 2020. También demandamos que haya una ley de afectados ambientales, para que el Estado provea una asistencia medica acorde a la situación de la población, y se investigue desde la medicina las causas del deterioro de la salud de las familias del barrio. Pedimos también que el gobierno prohíba fumigar en las zonas urbanas. Somos 5000 personas, y se han registrado 142 casos de cáncer y 84 personas muertas. En la Causa Madre se investiga la fumigación hecha el 2 de marzo de 2004 por Edgardo Pancello, que es dueño de una empresa aeroaplicadora, en campos que eran propiedad de Francisco Parra. En esa época, el barrio había sido declarado en emergencia ambiental y sanitaria por todos estos casos de enfermedades registradas. El otro hecho ocurrió en el barrio Las Quintas de la comuna de Los Cedros cuando el mismo aeroaplicador hizo una fumigación aérea junto a uno de sus empleados, Gustavo Peralta. Los dueños de esos campos, Ramón y Javier Amuchástegui, dueños de la firma Tecnocampo, son importantes empresarios del agronegocio con más de 11.000 hectáreas con soja transgénica en la provincia de Córdoba.