Según el registro fósil, las plantas empezaron su colonización de la tierra hace 500 millones de años. No tenían raíces ni tejido vascular, y poseían anatomías más adecuadas para flotar que para vencer la gravedad.
En su transición a la tierra intervinieron los hongos, que en el registro fósil aparecen mucho antes que las plantas terrestres, a las que ayudaron para su supervivencia: desempeñaron la función de un sistema radicular rudimentario, ayudando a muchas plantas primitivas a absorber agua y nutrientes de los suelos áridos de nuestra antigua Tierra. A cambio, las plantas recompensaron a estos hongos con el carbono rico en energía que producen mediante la fotosíntesis. Con el paso del tiempo, esta relación entre planta y hongo se volvió más íntima y codependiente.
Los suelos de nuestro planeta son una de las mayores reservas de carbono de la Tierra, almacenando más carbono que todas las plantas vivas y la atmósfera juntas.
De hecho, un 90% de las plantas actuales continúan absorbiendo nutrientes con la ayuda de hongos mutualistas. Asimismo, estos hongos también dependen de sus plantas hospedantes. Están tan especializados en la búsqueda de nutrientes como nitrógeno y fósforo para intercambiar carbono con la planta. Estos hongos han perdido en gran medida su capacidad de adquirir carbono a través de la descomposición de la madera, hojas y otros materiales orgánicos. Es casi como si hubieran perdido la capacidad de masticar y digerir alimentos sólidos, por lo que obtienen carbono rico en energía a través de una vía intravenosa conectada a la planta.
Estos hongos mutualistas se conocen más apropiadamente como hongos micorrízicos. Derivado del griego, micorriza significa “raíz de hongo”. Han atraído su atención por su capacidad para formar extensas redes en el suelo que permiten a las plantas comunicarse e intercambiar nutrientes entre sí. Sin los hongos micorrízicos, no tendríamos bosques, selvas, páramos; ni la mayoría de las formas de vegetación tal como las conocemos hoy. Muchos de nuestros cultivos agrícolas también dependen de ellos.
Además, los hongos micorrizas son actores importantes en el ciclo del carbono. Algunas estimaciones recientes sugieren que los hongos micorrízicos reciben el equivalente a 13,12 gigatoneladas de CO2 de sus plantas asociadas cada año, una cantidad comparable al 36 % de las emisiones anuales de combustibles fósiles.
Este hallazgo enfatiza la necesidad de comprender mejor las complejidades de estos hongos y protegerlos frente al cambio climático global.
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Timo Mendez . JSTOR Daily – 16 de abril 2025 https://daily.jstor.org/the-fungi-in-the-carbon-jigsaw/?utm_medium=email&utm_source=Act-On+Software&utm_content=email&utm_term=Read%20More&utm_campaign=jstordaily_04172025