Cuentan los mayores de las montañas de El Salvador que en tiempos lejanos llegaron a poblar esas tierras los cuatro colores del maíz en forma humana: el pinto, el blanco, el amarillo y el negro. Estos cuatro hombres y mujeres de colores estuvieron ahí cuatro temporadas de lluvias, en las cuales iban de un lugar a otro haciéndose más y sembrando la vida, haciendo nacer comunidades, sembrando maíz en empinadas laderas y cuestas, trabajando para arrancarle lo necesario a la Madre Tierra y preservar la vida que trajeron.
Leyendas como esta se repiten a lo largo y ancho de nuestro continente. En todas ellas se narra que somos hijas e hijos del maíz y que la milpa o la chacra son espacios sagrados, así como lo es el grano del maíz.
El maíz fue domesticado en México a partir de una hierba silvestre llamada teosintle, quetiene una apariencia tan distinta a la del maíz, que por mucho tiempo se dudó que estas dos especies podían estar relacionadas.
La domesticación del maíz es un proceso que se inició hace unos diez mil años, cuando los pobladores de los bosques tropicales mesoamericanos empezaron a sembrar esta hierba silvestre, de la que antes recolectaban su grano como fuente de carbohidrato, pasaron luego a seleccionar los mejores ejemplares, guardarlos, volverlos a sembrar, de nuevo seleccionados y así… hasta que luego de muchas generaciones de este trabajo creador, obtuvieron el maíz.
El maíz es la planta cultivada con los más profundos procesos de domesticación que existe, pues es el resultado de un proceso que llevó entre 500 y 2 000 años, hasta que sus creadores consiguieron obtener una planta con los rasgos propios de una especie cultivada. Fueron las mujeres quienes, luego de un continuo proceso de experiencias acumuladas sobre el uso y transformación de las plantas útiles, de aprender dónde encontrarlas y de experimentar cómo guardarlas, iniciaron los procesos de domesticación del maíz.
A partir de sus primeras domesticaciones, el maíz se esparció hacia el resto del continente, donde las comunidades agrarias continuaron creando diversidad, adaptándolo a sus propias necesidades ecológicas y culturales. Por eso, aunque la región mesoamericana es el centro de origen de este cultivo, hay varios centros de diversidad en todo el continente.
En el Valle del Río Balsas en el Estado de Guerrero se han encontrado las evidencias arqueológicas más antiguas del maíz: granos de almidón y fitolitos de maíz de 8 700 años de edad aproximadamente. En ese sitio hay además evidencias de una presencia temprana de una especie domesticada de calabaza y de frijoles, lo que podría indicar que el maíz fue domesticado en asociación con otros cultivos, dentro de un sistema de producción, la milpa, conformado por el maíz, la calabaza y el fréjol o alguna otra leguminosa.
Uno de los hallazgos más antiguos sobre la presencia de maíz en América del Sur es el encontrado en el sitio Real Alto (Península de Santa Elena -Ecuador) que consiste en fitolitos de maíz asociados a leguminosas y calabazas, así como a objetos de labranza y procesamiento del grano; lo que da cuenta de la aplicación de una tecnología agrícola que incluía la siembra conjunta de maíz, cucurbitáceas y leguminosas, como ocurrió en Mesoamérica.
La asociación del maíz, el fréjol y las calabazas ha estado presente en las culturas de Abya Yaladesde hace más de cinco mil años. Esta combinación constituye el equilibrio perfecto para el suelo, pues la leguminosa lo nitrifica, el maíz da soporte al fréjol y la cucurbitácea ayuda con la cobertura vegetal. Desde el punto de vista nutricional, la mezcla del maíz (rico en carbohidratos y proteínas) con el fréjol (rico en proteínas, hierro y otros minerales), calabaza (con alto contenido de grasas y proteínas) y el chile o ají, suministran prácticamente todos los nutrientes necesarios para tener una nutrición completa, deliciosa y balanceada. A la llegada de los españoles a Tenochtitlan, una gran población se alimentaba gracias al complejo sistema de chinampas, donde se sembraba maíz, frijol, calabazas y una gran variedad de hierbas alimenticias conocidas como quelites. Esta combinación de cultivos se mantiene hasta nuestros días.
El maíz no podría existir sin la intervención humana, porque el grano no se desprende de la mazorca por si sólo; necesita siempre de una mano humana que retire la semilla y la siembre. Sólo entonces la mata puede erguirse y mirando al cielo, producir sus mazorcas. Por eso, históricamente se ha establecido una relación simbiótica muy fuerte entre este cultivo y las comunidades agrarias mesoamericanas, andinas y americanas en general.
Debido a su uso tan extendido, a su versatilidad y por ser una especie de polinización abierta, la diversidad genética del maíz es enorme, como son muchísimas sus aplicaciones culinarias, como las que se incluyen en esta publicación, donde compartimos apenas una pequeña muestra de las distintas expresiones culinarias que se dan en torno al maíz en nuestro continente.
El maíz, sentli, sara, jank’a oavati,es uno de los cultivos más importantes en América Latina desde el punto de vista cultural, social, económico y alimenticio. Por ser un cultivo sagrado, muchos pueblos americanos incorporan al maíz en sus ritos y celebraciones agrícolas, a través de los cuales fortalecen los lazos de solidaridad y reciprocidad en el interior de las comunidades, reafirman sus prácticas agrícolas, crean biodiversidad y realizan el Sumak Kawsay. Muchos de los rituales agrarios están relacionados con la bendición de las semillas, la siembra, para atraer a las lluvias, con el fin obtener una buena cosecha.
En algunas comunidades Navajo (Estados Unidos), se utilizan máscaras de ciervo elaboradas con pieles de animales que han sido sofocados introduciéndoles polvo de maíz en los orificios nasales. Las máscaras se confeccionan durante la ceremonia del Cántico Nocturno y, una vez consagradas, las pieles cobran “vida” mediante la ingesta ritual de maíz mientras se insufla humo.
En el mundo andino, las celebraciones del Inti Raymi(o fiestas del solsticio de junio) se inician con la cosecha del maíz y de otros cultivos. En esta ocasión, los miembros de la comunidad comparten chicha, tamales y en otras preparaciones hechas en base a maíz. Otra celebración andina es el Koya Raymi(o fiesta de la fertilidad) que coincide con el equinoccio de septiembre, cuando se inicia la siembra y la Pachamama se prepara para recibir la semilla del maíz.
Entre los Tupí Guaraní (Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil) se celebra la fiesta del arete, que coincide con la maduración del avatí (maíz) con el que se hace la kanwi (chicha), una bebida ritual que se la toma durante el baile. Para esta ocasión las mujeres confeccionan vestidos nuevos y buscan semillas de Uruku para colorear de rojo sus mejillas. Desde el monte cercano se acercan a las casas grupos enmascarados, acompañados por bandas de música, presididos por un palo o cruz adornado con flores de taperigua.
El calendario agrofestivo de Mesoamérica está colmado de celebraciones ligadas al maíz. Las comunidades trashumantesRarámurique habitan en la Sierra Madre Occidental al Norte de México, organizan su existencia en torno al maíz (sunú). El ciclo productivo es el que ordena el calendario festivo. La agricultura es un ritual en la que se cumplen los mandatos de Onorúamequien garantiza las lluvias y las buenas cosechas.
Entre los Apaches (Estados Unidos) el hataali o cantor realiza una ceremonia que puede durar muchas horas, en la que utiliza harina de maíz, arena, carbón y polen para pintar sobre la arena del suelo de su hagan(vivienda) figuras de tanta belleza que atrae a los espíritus, y utilizar su poder en beneficio de un individuo o por un bien común, en ceremonias que pueden durar más de una semana. Al final de la ceremonia se destruyen las pinturas.
Los campesinos colombianos cuelgan en la cocina la mazorca más grande de la cosecha como símbolo de prosperidad y amuleto de protección frente a las sequías.
En la tradición santera de Cuba se tuesta la mazorca y se la adorna con una cinta roja para alejar las enfermedades, y si se quiere tener contento a San Lázaro, hay que poner una detrás de la puerta de la casa.
De la misma manera, muchas leyendas sobre el origen del ser humano están también ligadas al maíz en distintas regiones del continente. Los Mayas Quiché de Guatemala dicen que fueron hechos primero de barro, pero duraron poco porque eran blandos, sin fuerza y se desmoronaron antes de caminar. Luego los hicieron de madera, y aunque los muñecos de palo hablaban y caminaban, eran secos, no tenían sangre ni sustancia, ni memoria, ni rumbo; y no sabían hablar con los dioses. Entonces hicieron a las madres y los padres con maíz amarillo y maíz blanco, y con esto amasaron su carne.
Para los Mexica, la planta del maíz fue un don de los dioses. El propio Quetzalcóatl, después de la creación del Quinto Sol, se encargó de buscarlo para entregarlo a los humanos; por esta razón el maíz tenía un carácter divino. En su aspecto masculino el maíz era conocido como Centéotl. Como alimento de la humanidad tenía un carácter femenino; era entonces Xilonen, el maíz que está en pleno crecimiento y floración y que se transforma en Chicomecóatl cuando está maduro, cuando se recoge en forma de mazorca y se guarda para los tiempos de hambruna.
De esa manera, el maíz está inexorablemente unido al futuro de los pueblos americanos.