Esperanza Martínez
A la naturaleza se la asocia con los paisajes, los lugares placenteros, los parques, un río de aguas claras un bosque ordenado, pasto verde en el suelo. Una idea construida de un paisaje para disfrutar, más que para habitar. La basura, en el otro extremo, es el rincón maloliente que se esconde, no se quiere ver, llamado vertedero, botadero o eufemísticamente rellenos sanitarios, o simplemente un basural.
Es fácil imaginar que hubo momentos de la historia y sociedades en las que las cosas se reutilizaban, se reciclaba y lo que sobraba volvía a la tierra, cerrando el ciclo natural. Muchas sociedades que no viven por y para el capitalismo, mantienen en lo esencial esas conexiones, pero con el capitalismo y sobre a partir de la civilización petrolera, aparecieron los residuos inorgánicos no degradables, los agrotóxicos y fertilizantes sintéticos, los contaminantes eternos (o PFAS), desechos electrónicos y millares de productos plásticos de un solo uso.
Sin querer hacer una apología al manejo de los residuos de las comunidades indígenas o campesinos, la verdad es que, si se consume menos, se generan menos desechos; y que el contacto con la tierra y la agricultura determina que la materia orgánica retorne a sus ciclos naturales.
El concepto de basura, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es algo que ensucia, es la suciedad misma, es inmundicia, mugre, porquería, cochambre, residuos, desperdicios, desechos, restos, sobras, despojos, y otros sinónimos que destilan desprecio.
Los términos indígenas para basura tal y como se la maneja en la modernidad no existe. En Kichwa a los desechos orgánicos se los llama kara kuna, y cada tipo de desecho tiene nombre propio como la papa kara kuna, o la palanda kara kuna. Las hojas secas, la paja que ya no tienen uso son llamadas jupa kuna. Los desperdicios plásticos, las cosas inservibles son shukta mapa kuna que se traduciría como lo sucio[1]
En las culturas ancestrales, las prácticas de agri-cultura recuperaban los desechos para retornarlos a la tierra: las terrazas para la siembra de zonas montañosas eran sistemas que permitían la recuperación y reutilización de lo orgánico, los sistemas de canales en las zonas de viviendas permitían manejar las aguas servidas, oxigenando el agua antes de descargarse al monte; en las zonas amazónicas, la terra preta permitía el manejo de la materia orgánica para crear suelos fértiles allí donde no había. Ahora, las distintas formas de agriculturas alternativas[2] como las llamaba el científico colombiano Mario Mejía, recogen estas prácticas y las profundiza.
La basura como concepto o como abstracción se ha transformado en un símbolo de la ruptura con nuestro origen y nuestra esencia. Es símbolo de un mundo que consume sin cesar y desecha sin conciencia. Representa la sombra de sociedades que olvidaron el concepto del ciclo de la vida.
La naturaleza en la basura y la basura en la naturaleza
Gran parte de la basura, con ese grado de generalización, es de carácter orgánico. Está conformada por desechos de los cultivos, cáscaras, semillas, vegetales en donde anidan insectos o larvas, nutrientes potenciales, es decir es naturaleza en sus ciclos metabólicos de transformación.
Otra parte de la basura son plásticos y objetos obsolescentes propios de la civilización petrolera y ahora de la revolución digital, muchos de los cuales podrían ser reutilizados. Al mezclarlos desechos orgánicos con otros materiales que no se degradan, se combina el olor de la descomposición con el amontonamiento de desechos, se inutiliza lo que podría haber sido utilizado.
La basura y los desechos, es el espejo de límites, el lado oscuro del capitalismo. Es un campo de lucha y debate.
Los desechos que se generan en las zonas urbanas ricas, se acumulan en los barrios empobrecidos, convirtiéndoles en zonas de sacrifico. En el mundo rural, los desechos de la agroindustria se trasladan a tierras comunitarias, se acumulan sobre todo en los espacios comunes, las riberas de los ríos o el propio cauce de los ríos.
Es así como las montañas de basura crecen a un ritmo alarmante, escondidas tras grandes vertederos, alejados de la vista de la mayoría. Los ríos son utilizados como canales de circulación de desechos que terminan desembocando en el mar o acumulándose en las orillas. Los océanos se sofocan con plásticos, los ríos se ahogan en desechos tóxicos y las ciudades se desbordan de residuos.
Más allá de una acumulación de cosas inútiles, la basura es el testigo de nuestra desconexión con la naturaleza, con la tierra y con nuestra propia existencia.
Uno de los ejemplos más claros de esta desconexión es el caso del rio Basura, en la provincia de Orellana. Este río tiene su origen el lago San Pedro que desemboca en el rio Napo. Se lo recuerda como un río a donde llegaba gente de muchos lugares para bañarse. Había una poza en el rio que les permitía nadar. Pero el río empezó a secarse, y sus aguas se pusieron feas y de mal olor. El río pasa por los campos petroleros Pucuna y Palo Azul. Hoy la gente no está segura sobre cuándo se le empezó a llamar “río Basura” y si eso ocurrió como parte de una muerte anunciada.
Exportación e importación de basura
La cantidad y tipo caracterización de la basura ha cambiado drásticamente en los últimos 100 años: de desechos fundamentalmente orgánicos, a basura llena de plásticos, químicos peligrosos, pilas, chatarra… en los últimos 50 años. En los últimos 20 años nos hemos llenado de basura electrónica de computadores, teléfonos electrodomésticos.
Y en los últimos 10 años, el Ecuador está importando basura, que incluye plásticos, ropa vieja, empaques. El Ecuador es el tercer importador de residuos plásticos de Estados Unidos. De acuerdo a la organización GAIA que trabaja el tema de la basura, en el país no existen inspecciones sistemáticas al ingreso de basura importada al país[3].
China fue el principal destino de la mayoría de los residuos plásticos de todo el mundo, pero en 2018 cerró sus puertas a estas importaciones, pero desvió el problema a países del Sudeste Asiático y Turquía, así como a África y de América Latina.
Conclusiones
Los desechos sólidos de los procesos industriales, agroindustriales, hospitalarios, domésticos, contaminan la tierra y el subsuelo. Cada vez se descargan más sustancias líquidas toxicas y riesgosas en las redes hídricas y los sistemas acuáticos. Los gases residuales contaminan los aires y densifican ese “techo atmosférico” que atrapa de forma contraproducente el reflejo de los rayos del sol y produce el actual calentamiento global. El ruido y las vibraciones aumentan a niveles intolerables. A esto se suma los desechos nucleares, los desechos transgénicos, los nanotecnológicos y los que se sigan inventado, lo que abre profundas cicatrices en los territorios sacrificados.
En contravía a esta tendencia de destrucción, despojo, rupturas, propias del capitalismo, hay experiencias inspiradoras como es la agroecología y otras agriculturas alternativas, o iniciativas como las de colocar redes para capturar plásticos; mingas para recoger los desechos de los manglares; normas de las comunidades para prohibir botar desechos en los ríos.
Así, la basura deja de ser solo un problema, sino algo que nos permite reconectar con la esencia de la vida. Un punto de encuentro con lo que realmente importa y un paso hacia la restauración del equilibrio perdido.
La basura se eleva como un potente símbolo de la psique colectiva. Representa las sombras de lo que se oculta en los márgenes, los excesos que acumulamos y el vacío que tratamos de llenar con el consumo desmedido.
Notas:
[1] La fuente es Blanca Chancosa, líder indígena, perita comunitaria en derechos de la naturaleza
[2] Como la permacultura, la agricultura termodinámica, agroecología, etc.
[3] GAIA (2022). El colonialismo de la basura no se detiene en América Latina.