BOLETÍN 46. Impacto de las bases militares en tres islas tropicales

Las Islas Galápagos podrían convertirse en base militar de Estados Unidos

Aquí se hace una revisión de algunos impactos en el ambiente, la naturaleza y la salud humana de bases norteamericanas

Elizabeth Bravo – Acción Ecológica

Introducción

Los ejercicios militares representan una de las perturbaciones más severas de los ecosistemas naturales con un legado nefasto a nivel global. En los casos de bases militares, polígonos de bombardeos y maniobras navales, el ensayo con armas no convencionales como el napalm, las balas revestidas de uranio y el agente naranja intensifican los daños ambientales y los riesgos a la salud.

Lamentablemente, se conoce poco sobre la magnitud de la contaminación. Los gobiernos se niegan a participar de procesos transparentes de divulgación completa de los tipos y las cantidades de sustancias químicas que utilizan en sus ejercicios de entrenamiento y experimentación militar.

Esto conduce a peligros ambientales potencialmente graves. Los compuestos explosivos no solo causan daños físicos al ambiente donde detonan, sino que también pueden tener consecuencias a largo plazo debido a trazas de contaminación o subproductos que permanecen e inclusive se bioacumulan en el ambiente.

A continuación, se presenta información sobre los impactos de las bases militares y las actividades que en ella se realizan, en tres islas tropicales: Hawái, Panamá y Puerto Rico, donde ha habido ocupación militar estadounidense.

Impactos en bases militares en el Archipiélago de Hawái

El ejército de Estados Unidos es la principal causa de contaminación en el Archipiélago de Hawái. El ejército de Estados Unidos tiene una larga historia en la producción de daños ambientales permanentes contra el pueblo hawaiano y contra las islas al verter sistemáticamente sustancias tóxicas, detonar municiones y filtrar productos petroquímicos[1].

En 2022 informes recientemente desclasificados del Pentágono mostraron que se habrían vertido armas biológicas en el Archipiélago de Hawái. Las pruebas secretas de armas biológicas durante los años 60, e incluyó la pulverización de bacterias sobre Hawái. Los documentos no indican si los civiles estuvieron expuestos a los venenos, pero el Pentágono afirma que los militares expuestos a las armas habrían llevado equipo de protección, aunque las máscaras de gas y los trajes utilizados en ese momento eran mucho menos sofisticados que los que se usan hoy en día.[2] Tampoco se evaluó los impactos en la biodiversidad de las islas.

En Hawái se realiza el mayor ejercicio militar internacional del mundo. Cada dos años desde 1971, se llevan a cabo los llamados ejercicios Rim of the Pacific (también llamados RIMPAC), Por seis semanas, el ejército estadounidense detona bombas, realiza ejercicios de entrenamiento con fuego real y hunde barcos en las costas de las islas hawaianas en una exhibición que, según los activistas, ejemplifica cómo la colonización militar de las tierras hawaianas y la destrucción continua de los delicados ecosistemas.

Según los activistas, el gobierno de Estados Unidos utiliza este teatro de seguridad militarizado, para justificar la devastación de lugares sagrados, como la isla de Kaho’olawe, que el ejército estadounidense bombardeó sin descanso durante décadas, el valle de Mākua, que sirvió como campo de tiro, y Pōhakuloa, la tierra en la base de Mauna Kea utilizada para entrenamiento con fuego real[3].

El 75% de los sitios destruidos del país (tierras tóxicas, contaminadas e inapropiadas para la vida humana) son antiguas bases militares. Los productos químicos militares y de guerra, como explosivos, perclorato, benceno y otras armas químicas, se filtran en el suelo y los sistemas de aguas subterráneas.

Las operaciones militares en general constituyen uno de los mayores contribuyentes al cambio climático. El ejército es uno de los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero.

En los primeros 20 años de este siglo, el ejército de Estados Unidos fue responsable de 1.200 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero; emitiendo más gases tóxicos que la mayoría de los países del mundo. La Fuerza Aérea y la Marina son dos de los mayores compradores de combustibles fósiles, adquiriendo combustible por valor de 4.900 millones y 2.800 millones de dólares solo en 2017, respectivamente.

En el RIMPAC 2024, durante las cuatro semanas que duró el ejercicio, se entregaron casi cuatro millones de galones de combustible diésel para buques y más de un millón de galones de combustible de aviación JP5, a la Marina de Estados Unidos, a la Guardia Costera, y a marinas extranjeras a través de una serie de 101 reabastecimientos en el mar[4].

Kapūkakī, o Red Hill, en Pearl Harbor, es una instalación de almacenamiento de combustible militar construida para albergar hasta 250 millones de galones de combustible, gran parte del cual se utiliza para abastecer al RIMPAC. La instalación de almacenamiento comenzó a filtrar combustible tóxico para aviones en la fuente de agua potable de la isla a fines de noviembre de 2021, envenenando el agua de miles de residentes, incluidas familias de militares. La primera fuga conocida de la instalación ocurrió en 2014.  

Una investigación de mayo de 2021 reveló que la instalación había sufrido deterioro y “una serie de problemas de mantenimiento”. El Departamento de Salud de Hawái exigiera al Departamento de Defensa de Estados Unidos cierre y desabasteciera la instalación[5]. 93 mil usuarios del sistema de agua de la Marina de Estados Unidos se contaminaron con petroquímicos; muchos se vieron obligados a dejar sus viviendas[6].

Otros hitos sobre los impactos de la presencia militar estadounidense en Hawái se presentan a continuación:

1965 y 1966: el ejército estadounidense roció bacterias sobre Oahu para simular un ataque biológico (CBS News, 2002). Se detonaron tres explosivos de TNT de 500 toneladas en la isla de Kahoolawe, Hawái[7].

1967: el ejército detonó proyectiles de artillería de 155 mm y ojivas de cohetes de 115 mm llenas de nervogas en la selva tropical de la reserva forestal Upper Waiakea en la isla de Hawái[8].

1964-1978: se descargaron 2.189 bidones de acero con desechos radiactivos y 4.843.000 galones de desechos radiactivos líquidos a 55 millas de Oahu[9].

En suma, los daños ambientales y sociales en Hawái han sido evidentes y devastadores.

Impactos en bases militares en Panamá

En las bases militares de Panamá se registraron tres tipos de contaminantes bélicos, a la salida de las bases que Estados Unidos tenía ese país, el 31 de diciembre 1999: explosivos no detonados, armas químicas y uranio empobrecido para la elaboración de armas nucleares, a más de chatarra y otros desechos contaminantes.

En Panamá 17 mil hectáreas fueron ocupadas por Estados Unidos para destinarlas en polígonos de tiro y bases militares estadounidenses. A los polígonos de tiro corresponden unas 14.500 hectáreas, de las cuales, 7.300 hectáreas estaban contaminadas por explosivos no detonados y otros contaminantes propios de las actividades militares realizadas[10].

El 28 de julio de 1999, el ejército estadounidense abandonó tres polígonos de tiro contaminados. Según el capitán Rodney Roberts que visitó la zona, sólo entre enero y mayo del 1998, se recolectaron 122.680 libras de residuos bélicos. El 86% era chatarra utilizada para tiro al blanco y el 14% era explosivos no detonados. Las autoridades estadounidenses, por su parte afirmaron que existe un total de 3.250 hectáreas que no pueden ser limpiadas y permanecerán con explosivos no detonados al término de la vigencia del Tratado del Canal el 31 de diciembre de 1999, aduciendo que no existe un método apropiado para ello[11].

Ese fue el caso del Centro Experimental de Piña, localizado en el Caribe panameño, Nuevo Emperador, Balboa Oeste y la isla de San José; ésta última localizada en el Pacífico, a pocos kilómetros de la capital.

 

Armas nucleares

En 1993, el ejército de EEUU informó oficialmente, que un embarque de 70 proyectiles con uranio empobrecido fue traído a Panamá para realizar pruebas. Los proyectiles llegaron a Panamá el 14 de septiembre de 1993 y fueron sometidos a pruebas hasta el 28 de diciembre del mismo año. Los proyectiles fueron colocados en un recinto que el “Centro de Pruebas Tropicales” tenían en la base naval Rodman. Según el comunicado “los proyectiles fueron estudiados para determinar como el clima húmedo tropical los afectaría”.

Rick Stauber, estadounidense, experto en explosivos, que visitó Panamá en julio de 1997, denunció en el programa “60 minutos” de la CBS, la dimensión de los peligros que representaban las áreas contaminadas por los militares estadounidenses en Panamá. Denunció que en Panamá “el Comando Sur realizó pruebas con uranio empobrecido y luego trató de ocultar las evidencias”. Stauber, sostiene que durante su visita, realizó una serie de investigaciones en Chivo-Chivo y el polígono de Piña y encontró proyectiles con uranio empobrecido. Los estudios de Stauber dan cuenta de que en la antigua base militar de Río Hato se encontraron indicios de la existencia de proyectiles y municiones que “representan peligro para la comunidad”[12]

Armas químicas

Estados Unidos mantuvo en Panamá desde 1943 hasta 1968 un programa orientado a probar el funcionamiento de armas químicas en un clima tropical.

En los años 40, Estados Unidos comenzó estaba buscando un sitio que sirviera para probar armas química que tuviera condiciones selváticas similares a las de las islas del Pacífico que estaba invadiendo Japón. El lugar debía ser accesible y cercano a campos aéreos controlados por el Ejército estadounidense. En octubre de 1943, el coronel Robert McLeod buscó ese lugar a lo largo de las costas de Nicaragua, Costa Rica, Perú, Panamá y hasta en las islas Galápagos de Ecuador. Finalmente, se decidió por la isla San José, la segunda en tamaño del archipiélago de Las Perlas en la Bahía de Panamá[13].

En 1961, el Cuerpo Químico del Ejército de Estados Unidos participó en un ejercicio de trasporte llamado Swamp Fox en el Darién, cerca de la frontera con Colombia. Parte de esta operación consistió en el lanzamiento en la selva de 58 granadas lacrimógenas del tipo CN. Una segunda operación Swamp Fox se llevó a cabo en Panamá en 1964 y se realizaron por lo menos cuatro pruebas con armas provistas de agentes químicos vivos (minas M-23 cohetes).

En noviembre de 1998, Estados Unidos presentó un documental que informó sobre las prácticas de armas químicas en la isla de San José, en el archipiélago de las Perlas.

En la isla San José se estima que actualmente podría haber hasta 3.126 armas químicas inoperativas, que no detonaron en su momento pero que podrían hacerlo. Ahí se pusieron a prueba armas químicas en el mar con el fin de determinar si la guerra química podría ser eficaz contra los barcos enemigos[14]

La mina M-23 contenía diez libras y media de agente VX[15]. El Agente Venenoso X es un compuesto químico sintético extremadamente tóxico. Fue desarrollado para uso militar en la guerra química después de la traducción de descubrimientos anteriores de toxicidad de organofosforados en la investigación de pesticidas. Diez miligramos de VX constituyen una dosis mortal; por lo tanto, en cada una de las minas que probaron en Panamá teóricamente había casi medio millón de dosis letales[16].

En la mina había además cohetes de gas sarín. El gas sarín es también un agente nervioso letal de acción rápida que afecta al sistema nervioso al interferir con las señales enviadas desde el cerebro a los órganos vitales y otras partes del cuerpo. Afecta al cuerpo al bloquear la acción de la enzima acetilcolinesterasa, y cortocircuitan los mensajes del cerebro en las terminaciones nerviosas. Como resultado, se produce hiperactividad en los órganos estimulados por los nervios. La gravedad de la intoxicación por GB generalmente depende de la dosis recibida y de la vía de exposición.

Tanto el gas sarín como el agente VX son agentes nerviosos que son muy tóxicos para mamíferos y aves, incluyendo la fauna nativa.

Estas dos sustancias químicas está incluida en la Lista 1 de la “Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y sobre su Destrucción” de 1997.

Las áreas ya revertidas a la República de Panamá de acuerdo al fiel cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter, eran originalmente tierras fértiles aptas para la agricultura, con una diversidad de flora y fauna, selvas boscosas, con agua, es decir, con naturaleza rica y sana. En la actualidad, dichas áreas han sufrido una serie de alteraciones ecológicas y ambientales provocadas por la mano de las Fuerzas Armadas norteamericanas acantonadas en la zona.

Entre 1979 y 1996, unos 21 panameños murieron a causa de la contaminación del ejército de Estados Unidos en Panamá, víctimas de las municiones sin detonar que se encuentran en las áreas ocupadas por el ejército de los Estados Unidos en sus prácticas militares.

Impacto bases militares en la isla Vieques de Puerto Rico

En diferentes momentos del siglo XX, Estados Unidos tenía alrededor de 25 instalaciones militares o navales en Puerto Rico.

Durante 60 años, una isla municipio en el este de Puerto Rico fue usada por la Marina de Estados Unidos como polígono de tiro. Allí el ejército junto con sus aliados de la OTAN y compañías privadas, probaban armamento y realizaban prácticas de maniobras militares.

Fue usada como base militar de adiestramiento para el ejército estadounidense durante la II Guerra Mundial y la Guerra Fría. Fue usado también como puente desde el Caribe hacía las instalaciones más grandes que tenía Estados Unidos en América Latina.

En la isla Vieques, los impactos de los ejercicios militares se extienden a más de 365 hectáreas de tierra, lagunas, acuíferos, así como el ecosistema marino donde miles de bombas sin detonar permanecen en su lecho. Ahí, la Marina de Guerra de Estados Unidos realizó prácticas de bombardeos entre los años 1940 hasta 2003, cuando cesaron las actividades militares tras protestas de la sociedad civil.

Los continuos bombardeos en la isla, generaban tremendos ruidos de las bombas y las balas, ante la irrupción de los vehículos anfibios que emergían en sus playas, y los jets y helicópteros que surcaban el cielo[17]. Estos ruidos afectan al sensible oído de la fauna local, como los cetáceos que tienen dedicados sistemas de comunicación como los sonares.

El paisaje terrestre y submarino también sufrió por las constantes detonaciones de armamento vivo.

La Marina de Estados Unidos llegó a Vieques, un pueblo que en la actualidad tiene unos 9.000 habitantes, a principios de la década del 1940. Miles de personas sufrieron expropiaciones y fueron desplazadas, y han sufrido trastornos sicológicos y de salud como resultado de los bombardeos. Los militares ocuparon el 75% del territorio.

Entre los residentes se han registrado altas tasas de cáncer, hipertensión y condiciones respiratorias, en comparación con el resto de Puerto Rico. Un estudio epidemiológico citado por el periódico británico The Guardian señala que los viequenses tienen un 30% de mayor probabilidad de morir de cáncer[18].

Se considera que registros se relacionan con la exposición de la población a armamento que presuntamente contenía químicos como napalm, uranio empobrecido y plomo.[19]

Se han hecho estudios científicos sobre los impactos de la presencia de la Marina estadounidense en la Isla. Durante dos décadas, el Laboratorio de Ecología Microbiana en la Universidad de Puerto Rico, estudió a la Laguna Anones en Vieques, poco después del cierre del polígono, para analizar la composición de las comunidades microbianas en la Laguna.

Se encontró que la diversidad era muy baja, y estaba dominada por una comunidad adaptada a factores ambientales extremos y a la biodegradación de explosivos nitroaromáticos como TNT y RDX[20]

A una década del cierre del polígono, la diversidad genética comenzó a aumentar y ahora se parecer un poco más a otra laguna cercana, la de Guaniquilla, lo que muestra los impactos de las explosiones realizadas en los polígonos de tiro en el primer eslabón de la vida: los microorganismos.

Otro estudio hecho en sedimentos cercanos al polímero, especialmente en las zonas de cráteres hechas por las explosiones, muestra la presencia de elementos contaminante en elevadas concentraciones como Arsénico, Cromo Cobalto. Las concentraciones elevadas aparecen en distintas formaciones geológicas y están asociadas a las actividades de disparos a diversos objetivos por la Marina.

La desforestación, pulverización y erosión de los suelos, como resultado de las explosiones y otras actividades de la Marina como el uso de pinturas, de palas mecánicas para remover bombas y remanentes de éstas, tapar cráteres y nivelar el terreno, son fuentes de deterioro ambiental y de contaminación con metales pesados y otras sustancias químicas que eventualmente llegan a las lagunas. En períodos de lluvia intensa habrá de esperarse violaciones de la norma de turbiedad en el agua de las lagunas. Una porción de estos sedimentos también gana acceso a ciertas porciones del mar durante estos períodos de lluvias intensas.

Las explosiones de bombas de gran tamaño generaron nubes de polvo de gran magnitud y altura en Vieques, por décadas. El viento era acarreaba todos estos compuestos contaminantes, afectando a la población civil viequense. En estas nubes había remanentes metálicos, otros elementos, nitratos, nitritos, amoniaco, fosfatos, explosivos, además de productos de la combustión de los componentes del napalm, como compuestos aromáticos policíclicos y muy probablemente bioxinas y benzofuranos (que son sustancias muy contaminantes).

Los metales pesados producen efectos negativos en la salud humana y las especies de flora y fauna nativa.

Los metales pesados encontrados en elevadas concentraciones están presentes en los explosivos, propulsores, balas convencionales y de uranio, napalm, luces de bengala y otros artefactos bélicos usados por la Marina en Vieques[21].

Conclusiones

Con frecuencia se argumenta que los estándares ambientales del gobierno de Estados Unidos son muy altos, por lo que la instauración de bases militares en un lugar de tanta fragilidad ecológica como el archipiélago de Galápagos, no debería ser motivo de preocupación.

En esta revisión se ha mostrado como a lo largo del Siglo XX, Estados Unidos ha instaurado bases militares sin tener ningún respeto a la población y al ambiente; inclusive en bases que se encuentra ubicadas en su propio territorio, como es el caso del Archipiélago de Hawaí, donde se establece que el Ejército de Estados Unidos es la principal causa de contaminación ambiental.

Es muy preocupante que luego de la salida militar de Panamá en el año 2000, existían extensas áreas donde el propio ejército de Estados Unidos declaró que no es posible hacer actividades de restauración ambiental, porque no existen métodos apropiados para ello.

Estudios hechos en Puerto Rico dan cuenta de los graves impactos de las actividades militares que se llevaban a cabo en las bases asentadas en Vieques.

En los tres casos vemos que se experimentó con armas prohibidas internacionalmente, como el gas sarín y balas recubiertas con uranio empobrecido.

La gran movilidad de personal militar, submarinos, barcos, aviones y la construcción de infraestructura irrumpe de manera muy violenta a la fauna nativa de las islas.

El sistema auditivo es más sensible en muchos animales en comparación con el de los humanos[22]. El caso de los cetáceos[23] es dramático, pues son especialmente sensibles al uso de sonar y demás contaminación acústica en ejercicios militares en el mar. Un estudio hecho por Oceanía muestra que maniobras militares llevadas frente a las costas de Canarias y Azores, produjo la muerte de varios cetáceos, y añade que esta no es la primera vez que ocurre en Canarias ni tampoco ésta es la única región del mundo que ha visto coincidir la muerte de cetáceos con las maniobras de buques militares.[24]

Se han registrado varamiento de cetáceos tras maniobras militares en las Islas Vírgenes, Vieques, Hawái, Bahamas, California, entre otras.

La OTAN, y especialmente la Armada estadounidense, tenía como objetivo implantar este sistema en sus embarcaciones para poder cubrir el 75%-80% de los océanos del Planeta[25] y, consecuentemente, contaminar acústicamente este inmenso porcentaje de aguas marinas. No se puede descartar que se use también en las bases que instalarán en Galápagos.

La fauna nativa puede también impactarse por el ruido de aviones. Las actividades aéreas representan una fuente importante de contaminación acústica que es motivo de preocupación mundial para el bienestar de la vida silvestre. Estos efectos pueden ser agudos o crónicos, y representa impactos tanto subletales como letales, con el potencial de causar daños permanentes. Los efectos primarios pueden incluir la ruptura del tímpano, cambios en la capacidad auditiva (ya sea temporal o permanente), incapacidad para identificar ruidos de presas, depredadores o parejas[26].

Los efectos secundarios incluyen impedimentos en la reproducción, el comportamiento de búsqueda de alimento y el uso del hábitat natural de la fauna silvestre que reside en áreas donde el ruido de las aeronaves es predominante. Los impactos terciarios consisten en una combinación de efectos primarios y secundarios que pueden conducir a disminuciones de la población, extinción de especies y degradación del hábitat.

Las aeronaves pueden actuar además como vector para el transporte de especies exóticas[27] que es uno de los principales problemas ecológicos que enfrentan las Islas Galápagos.

Los polígonos de tiro y los ataques aire-tierra pueden causan elevaciones en la mortalidad de la fauna silvestre y destruyen el hábitat natural, lo que puede contribuir a una disminución localizada de la población[28] en diferentes formas y con distintos grados de severidad[29].

Notas

[1] Richmond W. (2022). Military Occupation & Environmental Justice for Hawai’i https://storymaps.arcgis.com/stories/22a559403190461a9bd72ecfe3a57147

[2] CBS News. (2002, October 9). U.S. admits bio-weapons tests. CBS News – Breaking news, 24/7 live streaming news & top stories.  https://www.cbsnews.com/news/us-admits-bio-weapons-tests/

[3] Levy Uyeda R. (2022). US military activity in Hawai’i harms the environment and erodes Native sovereignty. PRISM. https://prismreports.org/2022/07/26/us-military-activity-hawaii-envrionment-native-sovereignty/

[4] CPF – Navy (2024). MSC Ships Provide Logistics Support During RIMPAC 2024. https://www.cpf.navy.mil/Newsroom/News/Article/3868307/msc-ships-provide-logistics-support-during-rimpac-2024/

[5]  Levy Uyeda (2022). Obra citada

[6] U.S. EPA. (2022, August 31). About red hill fuel releases.  https://www.epa.gov/red-hill/about-red-hill-fuel-releases

[7] Naval Historical Center. (2003, October). Events of the 1960s–Operation ‘Sailor hat’ explosive tests, February-June 1965. The Public Library and Digital Archive.  https://www.ibiblio.org/hyperwar/OnlineLibrary/photos/events/ev-1960s/ev-1965/op-sa-ht.htm#:~:text=Operation%20%22Sailor%20Hat%22%2C%201965%20500-ton%20TNT%20explosive%20charge,blast%2C%20with%20her%20bow%20pointing%20to%20the%20left

[8] The New York Times. (2002, November 1). U.S. tested a nerve gas in Hawaii.  https://www.nytimes.com/2002/11/01/us/us-tested-a-nerve-gas-in-hawaii.html

[9] Congressional Research Service. (2007). U.S. Disposal of chemical weapons in the ocean: Background and issues for congress. FAS Project on Government Secrecy (1991-2021).  https://sgp.fas.org/crs/natsec/RL33432.pdf

[10] Gandásegui M. (2000). La contaminación Química de las bases militares. SEECI Vol. 6. Año IV: 40-49.

ISSN: 1576-3420 DOI: http://dx.doi.org/10.15198/seeci.2000.6.40-49

[11] CETIM (1999). La contaminación de las bases militares ocupadas por los Estados Unidos en Panama https://www.cetim.ch/la-contaminación-de-las-bases-militares-ocupadas-por-los-estados-unidos-en-panama/

[12] Ralph E. (2008). Contaminación de las áreas revertidas por polígonos de tiro. Tareas 128: 93-102.

[13] Envio (1998). Un peligroso legado: las armas químicas que usó USA. No. 198. https://www.revistaenvio.org/articulo/385

[14] Ralph (2028). Obra citada

[15] El VX es una sustancia extremadamente tóxica empleada como arma química y clasificada como agente nervioso. Los agentes nerviosos son los compuestos químicos más tóxicos y de más rápido efecto que se conocen.

[16] Ralph (2008). Obra citada

[17] Ávila R. (2023). Vieques: el oscuro episodio de los bombardeos sobre Puerto Rico que el ejército de EE.UU realizó durante décadas.  BBC News Mundo.

[18] Chang W. (2023). ‘I thought they’d kill us’: how the US navy devastated a tiny Puerto Rican island. The Guardian https://www.theguardian.com/world/2023/apr/30/vieques-puerto-rico-us-navy-base-training

[19] Ávila (2023). Obra citada.

[20] Dávila-Santiago L y Massol-Deyá A. (2022). Descubren extrañas bacterias en una de las lagunas más contaminadas del planeta. The Conversation. https://theconversation.com/descubren-extranas-bacterias-en-una-de-las-lagunas-mas-contaminadas-del-planeta-174113

[21] García Martínez N, et al (2001). Impactos de la actividad de la Marina en Vieques. http://unescopaz.uprrp.edu/documentos/viequesupr/neftali/index.htm

[22] Ver por ejemplo, Larkin, R.P., et al 1996. Effects of military noise on wildlife. A literature review. Available from the Construction Engineering Research Lab (Army), Champaign, IL, USA. No. USACERL-TR-96/21

[23] Se han registrado alrededor de 24 especies en la Reserva Marina de Galápagos. Incluye ballenas, delfines y marsopas.

[24] OCEANA (2002). Muerte de cetáceos por el uso de sónar LFAS en las maniobras militares navales. https://europe.oceana.org/wp-content/uploads/sites/26/muerte_cetaceos_uso_sonar.pdf

[25] Williams T.L., (2002). High Intensity Military Sonar. Ocean Patrol or Killing Machine?. New York Whale and Dolphin Action League. Proceedings, Beacon Conference, 2002; Green, M.L. (2002).

[26] Lawrence M.J., et. al (2015). The effects of modern war and military activities on biodiversity and the environment. Environmental Reviews. 23 (4) https://doi.org/10.1139/er-2015-0039

[27] Stoddart D.R. (1968). Catastrophic human interference with coral atoll ecosystems. Geography, 53(1): 25–40.

[28] Levy, B.S., Lee, C., and Shahi, B.S. 1997. The environmental consequences of war. In War and Public Health. Edited by B.S. Levy and V.W. Sidel. Oxford University Press New York, NY, USA. pp. 51–62.

[29] Majeed, A. 2004. The impact of militarism on the environment: an overview of direct and indirect effects. Available from the Physicians for Global Survival, Ottawa, ON, Canada. ISBN 0-9735916-0-9.

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